“Covid 19: un virus de todos y de cada uno”
Hoy no estamos separados por regiones, instituciones, diferencias teóricas o técnicas. Hoy estamos unidos contra una amenaza común. Estamos todos juntos en esta lucha contra una pandemia como la que el mundo no veía desde hace exactamente un siglo. Es un momento
histórico que marcará la vida de todos nosotros y se convertirá en un punto de referencia para el resto de nuestras vidas, un antes y un
después. Nos preguntamos cuales cosas cambiarán para siempre, y cuales permanecerán como las conocemos.
A modo de introducción, tuve la experiencia dolorosa pero enriquecedora de haber tenido que emigrar dos veces. Nací y crecí en Buenos Aires, y debido a la dictadura militar allí, emigré a Venezuela con mi familia durante mi adolescencia. Viví en Caracas durante 39
años, pero debido a la dictadura y a la destrucción socioeconómica de mipaís adoptivo, una vez más me vi obligada a emigrar, esta vez a los Estados Unidos, al área de Seattle, donde resido desde hace más de 9 años.
En ambas situaciones, la amenaza del gobierno me obligó a dejar atrás mis patrias amadas; desarraigarme y trasplantarme en una tierra nueva y desconocida.
Menciono esto porque de alguna manera, aun con grandes diferencias, laexperiencia de la migración forzada tiene similitudes con la situación que todos vivimos hoy. Estamos expuestos a un cambio inesperado, a la incertidumbre, duda, ansiedad, soledad y añoranza. Nos estamos adaptando a un lugar que nos es familiar, pero de alguna manera también desconocido, y sin poder adivinar cómo será nuestra vida de ahora en adelante.
No estamos seguros de lo que perdimos o de lo que ganaremos. En la situación actual, a diferencia de las migraciones, no abandonamos
nuestro territorio, pero éste ha cambiado y, súbitamente, pareciera como si todos hubiésemos emigrado, mientras que seguimos en casa. Pero nuestro lugar habitual ha cambiado.
Estamos tratando de adaptarnos a la nueva situación y, como la mayoría de los analistas, sigo trabajando con mis pacientes de forma remota. Obviamente, esto no reemplaza la experiencia de la presencia física, pero es un compromiso suficientemente bueno como para permitir que el proceso continúe, e incluso ofrece un nuevo espacio a reacciones transferenciales y contratransferenciales. El encuentro a distancia con nuestros pacientes nos priva de cierta información valiosa y de la vivencia insustituible de la presencia física, pero a la vez nos proporciona una perspectiva del paciente que no habíamos conocido, aun luego de muchos años de análisis: nos muestra su lugar habitual, su estilo de vida en lo concreto, parte de su mundo externo, que puede o no
coincidir con la imagen que tenemos de su mundo interno.
Nos muestran su biblioteca, su casa, sus hijos, sus perros, gatos, sus cuadros, su jardín o su balcón, algunos no cuentan con un espacio
privado y prefieren la sesión en sus autos para no ser oídos. Entramos en la casa de nuestros pacientes, y ellos también entran en la nuestra, a menos que hayamos instalado el consultorio en casa antes de la pandemia. Escuchamos algo de lo que sucede en sus casas, y ellos también podrán escuchar algo de lo que sucede en las nuestras.
El virus nos afecta a todos, lo que provoca que la relación analista- paciente se vuelva menos asimétrica de lo habitual, ofreciendo desafíos
interesantes para nuestra técnica. Analistas que nunca hubiesen aceptado el análisis remoto, hoy se ven en la necesidad de practicarlo y el hecho de que ahora todos lo estemos practicando, nos dará la oportunidad de aprender más sobre este modo
de tratamiento: de qué modos funciona y de qué modos NO funciona.
El tema del análisis remoto ha sido muy debatido entre los analistas de la IPA, y esta pandemia, con toda la tragedia que significa, a la vez nos está dando la posibilidad de pensar y de investigar los pros y contras de este modo de trabajo, con la posibilidad ahora, de tomar en cuenta la experiencia de gran cantidad de analistas, como si se tratara de una investigación grupal donde todos y cada uno podría aportar datos que nos den luz sobre su posibilidad de transitoriedad o permanencia, su credibilidad y sus limitaciones. Habrá que explorar.
El Covid 19 ha invadido nuestro territorio, nos ha violado y ha penetrado en el corazón de nuestro mundo. Como tal, constituye un trauma
colectivo cuya sombra recae sobre todos. Como evento traumático, excede la capacidad de nuestro Yo para comprender y elaborar. Supera
nuestra imaginación y percepción de la realidad externa, y además de eso, es invisible, lo que nos da la sensación de estar constantemente en peligro y perseguidos. Es un virus de todos, pero también de cada uno en particular, ya que cada quien lo experimentará en relación con su propia estructura psíquica y su historia traumática previa.
En nuestra práctica clínica, crea una experiencia compleja, ya que a la vez que da lugar a la repetición y al recuerdo, también se intensifica por el hecho de que está sucediendo en el presente, en la realidad externa, constituyendo una nueva situación traumática continua, tanto en el paciente como en el analista, ya que todos vivimos bajo la misma amenaza, al mismo tiempo.
La pandemia es, para mí, un recordatorio de las amenazas de la dictadura. Me invade el recuerdo atormentador de la Guerra Sucia en
Argentina, cuando ser arrestado y secuestrado por funcionarios del gobierno era una amenaza constante.
Muchos de los que han vivido bajo la opresión de un gobierno dictatorial encuentran que la “ansiedad por el virus”; es una experiencia familiar. Mi prima, nacida apenas unos meses después de mí, fue secuestrada por el gobierno argentino durante la Guerra Sucia a la edad de 19 años. La policía argentina se la llevó de su casa por la fuerza, y luego de someterla a torturas durante algunas semanas, la arrojó viva desde un avión al Rio de la Plata, borrando todo rastro. Bajo opresión política uno se pregunta: ¿Dónde están los agentes del gobierno que saldrán de la nada y de repente nos llevarán? Y ahora nos preguntamos dónde está el virus al acecho, que saldrá de la nada y de repente nos llevará?
Así, estamos en presencia de diferentes reacciones, dependiendo de la estructura psíquica y de la historia personal.
También será importante distinguir entre las reacciones de negación, pánico y miedo.
Al negar, ignoramos la realidad de la situación y nos exponemos al virus, que podría fácilmente infectarnos, propagándose luego a otros.
El pánico, por otro lado, es una reacción exagerada a una situación peligrosa que precipita un comportamiento impulsivo, empeorando la
situación que ya es difícil de por sí.
Y finalmente, la reacción de miedo, una reacción emocional a una situación peligrosa, que nos obliga a tomar las medidas adecuadas ante
un peligro realista.
El ajuste a la realidad nos permite también ser creativos e idear una nueva era de posibilidades, como organizar reuniones cibernéticas, como esta reunión hoy organizada por nuestra Sociedad, que nos brinda la oportunidad de reunirnos y compartir nuestras experiencias, reduciendo la ansiedad y el aislamiento.
La IPA también ha establecido líneas de comunicación que brindan a los miembros de todas las regiones, la oportunidad de estar juntos y
compartir experiencias. Lo mismo con las asociaciones regionales y muchas sociedades en el mundo.
Nuestra sociedad en Caracas, que ha sufrido la emigración de más del 60% de sus miembros y candidatos en los últimos años, organizó por primera vez una reunión de ZOOM reuniendo a todos nuestros miembros regados a lo largo de los continentes a los que hemos emigrado. Por primera vez estamos todos juntos nuevamente después de muchos años fuera de Venezuela.
Algunos institutos están creando líneas de ayuda para brindar servicios psicológicos de forma gratuita o de bajo costo, así como nuestra
Sociedad ha reanudado su servicio de Atención a costos reducidos.
Como psicoanalistas, hay tanto que podemos hacer en esta tragedia y al mismo tiempo lograr que nuestra voz sea escuchada en el mundo, hoy más que nunca.
Algunos han descrito esta pandemia como una guerra, ya que experimentamos incertidumbre, miedo y un deseo de regresar a lo
conocido y a lo seguro. Pero en esta guerra, a diferencia de todas las guerras anteriores a lo largo de la historia, todos estamos del mismo lado luchando contra una amenaza común. No culpamos a nadie ni competimos entre nosotros, sino que aprendemos de nuestras diferentes experiencias y antecedentes y nos ayudamos mutuamente.
Para concluir, quiero decir que la historia evaluará estos días y cuando lo haga, ojalá que nuestros sucesores aprendan que estábamos unidos de manera global y que de esta situación logramos aprender cómo trabajar juntos y como cuidar de este mundo que nos pertenece a todos.
Adriana Prengler.
Psicoanalista SPC
Caracas. 18 de Abril, 2020