por Alicia Leisse de Lustgarten[2]
Algunas palabras para el contexto sociopolítico en el que tiene lugar la original recreación fílmica de Benoît Jacquot (2004). Allí transcurre la vida de Marie Bonaparte, princesa de Grecia y Dinamarca, protagonista en nuestros comentarios, abiertos a otros personajes y escenarios a los que invita el film.
La Primera República de Austria es el nombre histórico de la República creada después del desmembramiento del Imperio austrohúngaro al finalizar la Primera Guerra Mundial. Inicialmente intentó sin éxito unirse a Alemania, pero las potencias occidentales de la época, Francia y Reino Unido, se opusieron. No fue hasta 1938 cuando finalmente la Alemania Nazi se anexó Austria y la primera república dejó su ministro extranjero de alimentos, reducido la producción agrícola nacional y acabado con las existencias de materias primas. La hambruna y la ruina económica amenazaban.
En este contexto, cabe destacar que “la Viena d de existir.
Durante los veinte años de independencia, Austria dependió constantemente de los créditos extranjeros. En 1922, ante la agudización de la crisis financiera, el país se vio obligado a solicitar un crédito a la Sociedad de Naciones, que se lo concedió a cambio de la aceptación de ciertas condiciones políticas, que incluían el mantenimiento de su independencia, lo que impidió su absorción por Alemania. La economía del país quedó bajo supervisión extranjera hasta 1926. Aunque hubo cierto crecimiento durante el resto de la época, este cesó con la llegada de la Gran Depresión. La situación económica y social heredada del imperio era gravísima: la guerra había eliminado el e Sigmund Freud” se convertiría en un lugar de memoria europeo singularmente ambivalente: “la memoria de una Belle Époque excepcionalmente fecunda, que hizo de Viena una de las capitales de la modernidad intelectual, literaria y artística en el umbral del siglo XX , con el impulso de este deslumbrante inicio de siglo, hasta principios de los años 1930, pero también la memoria de una época triste del antisemitismo y de la violenta aparición de los nacionalismos”, Jaques le Rider (1954). Por su parte, Laia Muñoz Osorio (2017-2018) subrayara la situación paradójica cuando afirma: “La devoción al mundo del arte y de la cultura no hubiera sido posible sin la involucración de la burguesía vienesa, especialmente los de origen judío. Es necesario recalcar que la mayoría de los grandes artistas, escritores y pensadores vieneses eran de origen judío: Stefan Zweig, Sigmund Freud, Arthur Schnitzler, Hugo von Hofmannsthal, Gustav Mahler, Arnold Schönberg, Theodor Herzl, entre otros”.
La mujer en la Viena de los años 20
Las mujeres durante mucho tiempo han sido olvidadas, ignoradas y aun marginadas en la historia oficial de Austria. Sin embargo, destacan los ejemplos de no pocas que han luchado por la igualdad y han tenido logros notables. Para mencionar algunas: la bailarina Grete Wiesenthal (1885—1970) El nombre fue usado para denominar la “Técnica Wiesenthal”, un estilo de danza basado en el ritmo del vals vienés que contrarresta los elementos estáticos del ballet clásico con sus giros particularmente suaves y enérgicos. Su talento atrajo también la atención de Gustav Mahler, quien la eligiera para el papel principal en La Muette. O Bertha Pappenheim (1859—1936) defensora de los derechos de la mujer y trabajadora social, probablemente más conocida como “Ana O.”, en su condición de paciente inaugural en la gesta psicoanalítica. Acotará Roudinesco (1998) que ella no suscribe esa identidad. Nombrar también a Alma Mahler, quien brillara como compositora y promotora de los salones literarios. Y podríamos citar más.
Una mirada al escenario fílmico
Benoit Jacquot, (1947) director de la película y miembro de L’Exception, grupo de reflexión sobre el cine, ligado a lo real y al inconsciente, nos trae una propuesta acompasada con los años en los que transcurre la relación de más de 20 años entre la Princesa Marie y Freud. En palabras de Dov Lustgarten, (2020): “Procurará mantenerse, en lo posible, en la historia y su contexto, en una narrativa fiel a la historia, evitando distraer con vuelos estéticos maniqueístas con encuadres precisos, tomas largas que permiten diálogos acertados sin interrupciones. Los personajes son la clave de la película, lo que importa es lo que dicen y como lo dicen no la presencia del director. Es lo que él busca y lo consigue. Actuaciones impecables, ajustadas y fieles”[3]
Freud es actuado por Heinz Bennent, (1921 – 2011) padre en la vida real de Anne Bennent, (1963) que encarna a Anna, dilecta hija, discípula, además, analizada por su padre. Las fronteras de lo endogámico parecían validar la práctica de esa terapéutica de los inicios. Catherine Deneuve (1943), Marie en el film, no dejara fuera detalle para mostrar la elegancia e intrepidez de la princesa, pero también la de ella misma fuera de la pantalla. Cuando leyó el guion quiso actuar ese rol. El detalle de recrear lazos de parentesco en algunos actores y los idiomas originales en los que los personajes dialogan, permite articular una narrativa ágil que recoge lo propio de cada quien, advirtiendo el peligro creciente que irrumpe en una cotidianidad que nunca más volverá. El contexto socio político deja ver la penetración creciente del nazismo al tiempo que la guerra inminente golpea la puerta con las garras del exterminio que alcanzara a seis millones de judíos.
Marie, princesa y psicoanalista; psicoanalista y princesa
La película comienza presentándonos a Marie, princesa de Grecia y Dinamarca, con 43 años, en procura de una vida sexual satisfactoria, pero también ejerciendo su condición de mujer que accede al conocimiento y a la verdad. Un amante y otro dan cuenta de esa búsqueda fuera de una cama conyugal deshabitada por un marido con otra escogencia sexual, de connotaciones también incestuosas. Ella no cuestionara esas prácticas, ira por las suyas.
El medio familiar develara oscuridades que acechan: el abuelo criminal o la muerte de la madre, registrada como embolia, pero hablada por los criados con suspicacia. El carácter de excitación entre la fascinación y el miedo, poblaran su escucha y su fantasía. Sueños, más bien pesadillas de amenazas de envenenamiento ¿realidad o fantasía? Expuesta a escenas sexuales iluminadas sin reparo, nunca quedo claro si era querida por quien era o por los bienes de fortuna que poseía. La abuela lo dijo: “No importa la belleza, eres rica”. La excitación y el poder son referentes que la rodearan para siempre.
Me detengo en un semblante de Marie que apunta a la marca identificatoria en la que se constituye. Pretenderá ser alguien desde ese otro lugar en el que no era. Son heridas infantiles de pérdidas y abandonos que no cicatrizan. Nos dice que está al “borde del precipicio”, con fantasías de muerte y pesadillas que la atormentan. Buscará analizarse para procurar una vida sexual satisfactoria pero también para salvarse de eso que tiene en su cabeza. ¿Tendrán alguna relación? ¿Qué impronta habrá dejado la pérdida de su madre? El ejercicio de una maternidad abierta sin demasiada presencia para sus hijos, lo contrapone a la reivindicación de la búsqueda del placer sexual y del lugar para su deseo. La maternidad reclamada no hará mayor efecto en ella; la fractura en sus comienzos hace allí impedimento. Marie vive una infancia signada por lo que podríamos considerar la tragedia. La pérdida de su madre, con poco espacio para ser situada o entendida. Algo que la llevará al análisis, tratar su frigidez sexual; pero también entender, revisitar escenas que hacen telón de fondo en distintos momentos de su vida, fuera de ese otro cotidiano donde asume banderas vanguardistas respaldada por su poder económico y nobiliario. Hasta su temprana juventud, más que ser mirada como lo que corresponde a su ser de identidad, será utilizada, para salvaguardar la fortuna familiar. Tiranizada por la abuela, desconocida por el padre en tanto vive sus propias ocupaciones, la función de presencia será condensada en Mimou, de mimosa, de mamá con la que llora, a la que le muestra su sentir, sus confidencias, siendo ella testigo de tantas escenas. Sabía la que erigió en su salvadora, aun en su vida adulta; quien la acoge con sus pesadillas y se mantiene a pesar de los embates autoritarios de “Mimi”. Ambas han acordados esa nominación., le dirá, reflejo de esa incondicionalidad salvadora que trajo a sus años infantiles y adolescentes. No dice muchas palabras. Parece una presencia de esas primeras que acarician y dicen menos, pero dan desde lo muy inmediato, no poca cosa. Es la figura garante que recuerda las madres de los comienzos; muy al nacer perdió a la suya y nadie sino Mimou, con lo que tenía y no tenía para dar, fue quien estuvo. “No era inteligente pero sabia comprender todo lo que me pasaba”, nos dirá Marie a raíz de su muerte. Mimi, no la escucha como interlocutora que la interroga, son brazos que la cobijan arrimando cohesión a su yo fragilizado por tanta deprivación. Así que, apoyada en sus títulos y riquezas, arma sus apuestas. Interesante como desde las carencias también se arma la estructura combinándose de manera inédita con lo que cada quien se apropia. Tantas veces hemos escuchado, “el sujeto mezcla sus cartas y de allí armara su juego de vida”.
La libertad sexual que Marie pretende, ¿a qué más apunta? Es evidente que no se circunscribe al placer erótico. Quiere ser liberada de los tormentos internos, de las pesadillas, de los miedos que la acompañan, de las vivencias de muerte, así como de las faltas de ilusión. La búsqueda de una operación que resuelva su frigidez es, en realidad, la punta del alfiler de lo que vive como sentirse al borde del precipicio; en el pedido del paciente lo que demanda desde lo manifiesto”. Su primer amor con Leoní, casado, 22 años mayor que ella, ocurrió a raíz de sentirse deseada, cuando se veía fea y poco atractiva. La decepción sobrevino al descubrir que perseguían su dinero. ¿No le interesaba, como al padre?
Sus vínculos cercanos no dejan de asomar elecciones significativas dentro de la diversidad compleja del grupo. Está casada con Georges, príncipe de Grecia, quien sostiene una relación homosexual con un tío, a pesar de lo cual, no se podrá divorciar y por el que tiene un afecto entrañable. Su hijo, quien le reclama su presencia y le echa en cara su ausencia, así como las operaciones seguidas y su tratamiento con Freud: de la cama quirúrgica a la cama analítica, le increpara. Elegirá una mujer casada y se analizará con un amante de la madre ¿para llegar a ella de alguna manera?
Marie seguirá frígida, pero se ve salvada: el trabajo, la causa psicoanalítica, escribir y tener otros placeres de vida son la fuerza para seguir. Sera clave en la partida de Freud y parte de su familia de Austria, también de más de otras 200 familias judías. Se embarcará en la fundación de la Sociedad Psicoanalitica francesa con 12 colegas más, y sostendrá la investigación sobre la sexualidad que atañe a la mujer. Su generosidad sin límites con Freud, con lo que le gustaba, las piezas arqueológicas o la protección de sus escritos, en este caso, incluso contra él mismo al vacilar en entregarle las cartas a Fliess.
Una vasija funeraria griega es el regalo que testimonia su agradecimiento y empeño. Allí reposan las cenizas de Freud y Martha su mujer. Fue su deseo y su encargo a la propia Marie.
¿Y de qué trata la muerte cuando ella la convoca retando ese escenario de faltas y abandonos? ¿La abuela la amenazaba con ese destino posible? No solo teme la muerte, padece también de un inmenso sufrimiento psíquico que Laforgue (1894 – 1962) atenderá con la pregunta si teme o más bien desea morirse, en tanto que Freud retomara en los primeros encuentros para una terapia. Cuando consulto a Freud, Marie tenía 43 años, Freud 70, era el año 1925.
En búsqueda de análisis.
Desde las primeras entrevistas, Marie hablara de sus cargas infantiles y de sus pesadillas. Un Freud atento y cuidadoso en sus preguntas va mostrando como piensa a esta mujer a la que tiene dudas de tratar y a la que registra como absorbente, pero apasionada en su búsqueda.
Su padre, que no le prestaba atención y la apartaba de su vida, no le impidió el tinte de idealización: “adoraba a su cruel papa”, hubiera querido ser como él. Identificaciones fallidas pendientes que, sin embargo, pudieron calar en ella con el germen de su preocupación por el conocimiento, por la propagación de las ideas que la habían conquistado, mientras que sus demandas las dirigió a un Freud admirado y suscrito en sus propuestas, pero además responsable de la cura que esperaba de él. ¿Quería en Freud a un padre bueno que le quitara sus síntomas, que ocupara el lugar de lo que no fue, que pudiera ser el personaje con quien viviera aquellas escenas fallidas? La interpretación, herramienta psicoanalítica, será significada como lo que espera de él en tanto fuerza salvadora. Apasionada de la vida, atesora recuerdos y los entrega para procurar una reedición de los mismos; recuperándolos y yendo hacia ellos o abriendo otras posibilidades en el círculo de las vivencias. Las fantasías que la aterrorizaban, sus pensamientos y la manera de representarlos, forma parte del material que tomara Freud para sostener el análisis.
Paciente de la época, técnica ya en desarrollo: diván, transferencia, interpretación, sueños, asociación libre, resistencias e interrogantes; sin que faltaran actuaciones a favor y en contra de ella y del análisis. No resulta difícil entender; también Marie incursionaba en el análisis como oficio y se definió desde un principio como benefactora, comprando publicaciones y respaldando económicamente otras erogaciones. Freud muestra en el film, su capacidad de sostener el análisis de esta mujer de poder y seducción, al tiempo que permite que participe en asuntos de su vida profesional y familiar.
“El dinero solo tiene valor si es para comprar la libertad”, dice Marie y ciertamente lo usó en esa dirección para ella y para contribuir a que se conocieran las ideas de Freud.
Freud y Marie, Marie y Freud
Paciente devota, se erige desde los inicios en sostén económico para la editorial, traductora, alumna y finalmente psicoanalista del grupo de los doce que fundarían la Sociedad Psicoanalítica de Paris. Además, escribió artículos a petición del propio Freud, entre otros “la función erótica de la mujer”. Interesante destacar como, por medios diversos, procuró entender su propia sexualidad y llevo a cabo a través de una cirugía la idea de una modificación anatómica que Freud, desde otra perspectiva, plantearía desde su teoría sobre el orgasmo clitoridiano y el vaginal propiamente orgásmico, ¡de mayor calidad! Hoy por hoy, y desde hace mucho, eso no se sostiene. Freud no solo validara la vida sexual como tal, sino también la de las mujeres. Su incógnita de que desea la mujer podríamos entenderlo como lo que para él era un continente oscuro. Sus indagaciones sobre el psiquismo y la vida sexual de las mujeres no fueron demasiado afortunadas, invitando a que pioneras psicoanalistas pudieran avanzar en esos descubrimientos.
“La gran pregunta que jamás ha sido contestada y a la que yo no he sido todavía capaz de contestar, a pesar de mis treinta años de investigación del alma femenina, es: ¿Qué es lo que quiere una mujer?”
¿Qué quiere una mujer? ¿Ser deseada? Es la encarnación de la presencia de otro que la mira, ¿qué la ama, que la desea? ¿Por qué es una pregunta enigmática? ¿Es ser deseada o ser el deseo? Son interrogantes que poblaran escritos psicoanalíticos a lo largo de los tiempos.
El surgimiento del psicoanálisis se teñirá de una cierta endogamia en la construcción de la institución tanto de la teoría como de la técnica al tratarse de aquello que le sucede a los propios pioneros. En la clínica, el síntoma, manifestación de lo que aqueja al paciente muestra suerte de cifrado en movimiento, que refiere a situaciones más complejas que no solo se van esclareciendo, supone un desmontaje identificatorio progresivo que apuntara a caminos no necesariamente preestablecidos. Ello apunta también al tiempo que lleva un trabajo analítico y la diversidad de los caminos que seguirán. Freud, lo deja ver con esplendida e imbatible sencillez. Es seguro, claro en sus asertos, con humor mientras que su temple más severo no se deja ver en el film ¿Por edad? Con 70 años, ha padecido de una enfermedad larga, cáncer en la mandíbula que amerito numerosas operaciones. Ha encarado duelos cercanos, rechazos desde los círculos científicos y ámbitos académicos y, finalmente, un año antes de su muerte se vio forzado a emigrar. No pocas veces le han diagnosticado el fin de su vigencia, obviando que la transformación de la práctica para ampliar el espectro y las variantes teóricas que surgen no hacen sino agregarle peso a un edificio de sólidas bases.
Otras pinceladas
Antígona, llamara Freud a Anna, protagonista en la gesta psicoanalítica paterna al tiempo que siempre presente en el hogar familiar con el peso que ello comporta, ya en su vida adulta. De cara al antisemitismo creciente, ella misma fue hecha prisionera, lo que parece haber decidido a Freud a dejar su tan querida Austria. Su asistencia a un padre desesperado y enfermo en su último camino al exilio, la proximidad de la muerte, el saberse heredera de la continuación y la expansión de la obra de su padre, nos preguntamos por algunos rasgos que la muestren más de cerca. Nos advertirá en su dialogo con Marie sobre la curiosidad que marca la vida: “A mí que me gustan los niños, me ocupo de los niños de los otros, mientras que Ud. que los tiene, no le interesan tanto”. (sic) Ana asume su camino, según nos muestra el film serena y firme, asegurando por esta vía un lazo indestructible con su padre ideal y recibiendo de vuelta la inversión que aquel pondrá en ella, eso sí, como guardiana de su obra ¿Sus escogencias más propias quedaran veladas por la devoción edípica? Contrasta con Marie, cariñosa y apegada al entorno familiar, pero, sobre todo, devota de su padre.
A manera de epitafio
“El honor de mi vida y mi mayor felicidad ha sido encontrarlo a Ud.” dice Marie “Ud. me salvo, dice Freud”, “Ud. me salvo a mi primero”, replica ella. (Sic). Hermosa paridad que marcó ese encuentro.
Murió en 1962.
Referencias bibliográficas
Le Rider, J.: (1954) Los judíos vieneses en la Belle Èpoque. Barcelona: Ediciones del subsuelo, 2016
Muñoz Osorio, Laia. (2018) Retrato social y cultural de Viena en la Belle Époque.
http://hdl.handle.net/10230/35614
Roudinesco, E. y Plon, M: Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, págs. 788 – 793
________________
[1] Comentarios en el cine psicoanálisis: “Princesa Marie”, Mayo2020: En web trasnocho Cultural
[2] Psicoanalista, miembro titular en función didáctica de la SPC, IPA y FEPAL
[3] (Dov Lustgarten 2020, comunicación personal)