Para hablar de un agujero en el síntoma tenemos que hacer referencia a un agujero en lo inconsciente. De donde surge esta proposición. Quienes ejercen la función parental, esperando que en primera instancia sea la madre o el otro significativo que ocupe su lugar, debe atender las necesidades del recién en su evolución. Estas necesidades o demandas requeridas son llenadas en unos casos y en otros no. Las que son llenadas son un índice tanto para el recién nacido como para el otro significativo. Pero hay necesidades o demandas que el otro significativo no llena o no se percata y constituyen un agujero o un vacío en lo inconsciente. Este vacío queda sometido a las circunstancias propio de lo psicosomático y pasa a ser parte de una unidad inicial que es el SER humano. Quiero hacer la salvedad que el SER humano en sus inicios está formado por estas necesidades o demandas que son satisfechas y por las que no lo son. Los aspectos satisfechos pueden seguir el tránsito de la representación pero lo No-Satisfecho crea un agujero o vacío que no tiene representación, pero ambos están sometidos a las lógicas propias de lo Psico-Somático.
Tenemos que tener presentes “que todos los seres humanos” tenemos agujeros o vacíos representativos, como representaciones. Esto nos hace pensar que el paciente y el terapeuta en la relación terapéutica en determinados momentos puede darse la colusión de estos agujeros lo que produce un “punto ciego” para ambos, que en ese momento va a dominar la situación transferencial. Puede darse que el agujero que se manifiesta en la transferencia se de en uno de ellos y no en el otro del par terapéutico y el abordaje de la relación terapéutica seguirá distinto camino sea uno o el otro el caso. No es esta la única causa de un punto ciego en la relación terapéutica, pero sí una de ella, ambos terapeuta y paciente cuando se da este punto ciego producto de este agujero en lo inconsciente, caen en una situación de obnubilación, enigma o desconcierto que ocasiona la psique, pero se sucede también en ambos las manifestaciones somáticas que rigen a cada quién. De esto nos ocuparemos en otros artículos.
Este agujero o vacío en lo inconsciente se manifiesta como síntoma cunando constituyendo un déficit y/o un conflicto cuando entra en contradicción con las circunstancias del entorno. Este agujero o vacío no-representativo va a ser moldeado o rodeado por el circuito pulsional, constituyéndose como un límite en el recién nacido, en el que participan en su constitución la cría y el otro significativo. Este agujero es un “a tractor”, al cual podemos acceder hasta el límite, al cual tan sólo podemos acceder al trazado de su entorno. Al contactar con el agujero hay una “resonancia”. La resonancia en juego aquí es una resonancia de las pulsiones, en tanto las pulsiones, son el eco en el cuerpo, del hecho de que hay un decir, pero este decir, para que resuene, es preciso que lo psico-somático sea allí sensible, que exista una huella encriptada en torno al agujero del cual deviene el síntoma. No podremos ir más allá del límite del agujero.
Esta resonancia forma parte del decir de lo inconsciente, por lo tanto el analista debe de estar atento de la emergencia de este agujero en el paciente, para tratar de hacer esta resonancia pulsional en una resonancia semántica, que en conjunto lleve a aclarar lo no- verbal y lo verbal y definir así el síntoma.
Una vertiente del síntoma está vinculada a lo dicho, el mensaje que vehiculiza, otra vertiente es, presentar aunque parezca paradójica una vivencia de satisfacción y/o de sufrimiento ante el padecimiento que este mismo produce. Pero hay otra vertiente donde aparece algo oculto que no se expresa en la manifestación del síntoma que corresponde a su núcleo sintomático, es su decir. El cuál intentaremos develar.
La realidad es que práctica terapéutica, muchas veces tan sólo aborda lo manifiesto del síntoma su mensaje y con esto se consigue posiblemente una reducción de la queja que conlleva, pero más no se aborda su desencadenante.
Entonces tan solo bastaría con un acto pedagógico, ortopédico, para tener un alivio de la queja que se manifiesta, sin una elaboración reflexiva de ello. Sí con tan sólo esto se puede disminuir la angustia y/o el dolor que lo aqueja, pero sí esto vasta para el paciente y para el terapeuta, se constituirá en su fin último.
El ir más allá constituye tratar de acceder a “el agujero del síntoma”. Este límite o agujero del síntoma, lo que produce es un empuje a repetir nuevamente o bajo otra forma lo sintomático, que yace en los espacios o módulos psíquicos que constituyen lo inconsciente, donde yace el núcleo del síntoma.
Este núcleo del síntoma tiene sus motivaciones y sus manifestaciones vivenciales, entonces se trata de ver como se articulan y se anudan, el sentido, el sin-sentido, las vivencias de satisfacción y/o sufrimiento en los registros, módulos o espacios psíquicos de lo inconsciente. Este enlace que articulan los registros, espacios y los módulos, referirán a esa vivencia implícita e irrenunciable en la producción del sentido o sin-sentido.
Lo No-Verbal y/o lo Verbal, del lenguaje, es una acción que espera la respuesta del paciente, el síntoma tiene la estructura de un lenguaje, dada su configuración tiene múltiples formas de expresión, como palabras, actos, sensaciones, silencios, cuyos significados resuenan y hacen sentido en el paciente y/o en el terapeuta. Es allí donde, se trata de develar el significado oculto o lo no dicho en la expresión sintomática.
Esto nos hace pensar en las múltiples maneras de intervención del terapeuta ante las manifestaciones del síntoma en el paciente. Se trata de encontrar una salida que permita articular con “las instancias de lo inconsciente”.
La concepción del accionar analítico, es la llave maestra para el trabajo con el inconsciente, ya que el accionar psicoanalítico, a través de sus manifestaciones, dejaba traslucir que el paciente en sus dichos traslucía siempre más de lo que pretendía decir. Desde entonces, el acto del habla y la palabra se instituyeron como la vía esencial de aproximación a los contenidos inconscientes y al tratamiento.
De este modo, el accionar analítico adquiere crucial relevancia al ostentar entre sus líneas, la localización del módulo o el espacio analítico desde donde habla lo inconsciente, exhortando al analista a estar atento a cuando se articula en el tratamiento.
El dispositivo terapéutico está indiscutiblemente determinado por el entramado transferencial y sociocultural trazado por las coordenadas de cada paciente.
¹Dr. Indalecio Fernández Torres. Médico-Psiquiatra-Psicoanalista. Miembro
Titular de la IPA, FEPAL y Sociedad Psicoanalítica de Caracas.
Miembro Invitado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid.