Sociedad Psicoanalítica de Caracas

BLOCK DEL ANALISTA/ El Repudio de lo Femenino. Katharina Trebbau de Franzius*

El Repudio a lo Femenino

 

Katharina Trebbau de Franzius

 

Desde el psicoanálisis sabemos que lo femenino es parte de todo sujeto, ya que existe una bisexualidad intrínseca en cada ser humano. Para el niño varón es una tarea difícil el separarse de la feminidad materna en sus primeros años de vida, pero la niña también debe separarse de la fusión prolongada con la madre y construir su propia identidad, diferenciada de ésta. Ambos deben separarse dolorosamente de ese objeto femenino primario para poder ser. En ese largo y a veces inacabable proceso, la ausencia y la diferencia, son dos realidades traumáticas que están íntimamente asociadas a lo femenino. De estas dos verdades dolorosas empieza a existir un registro en lo imaginario, en los fantasmas que en cada sujeto se van creando y que van a definir su manera de ser sujeto sexuado respecto al otro. Se podría decir que lo femenino refiere a una dimensión fundamental en cada sujeto.

 

Desde los trabajos de Freud sobre la histeria, el psicoanálisis se ha interesado por abordar e intentar dominar el tema de lo femenino, muchas veces desde un criticado falocentrismo, en la misma teoría freudiana, al utilizar el desarrollo del varón como modelo para el entendimiento del desarrollo psicosexual universal. Mostrando así, que el padre del psicoanálisis no escapó a la dificultad humana de pensar y poner en palabras, aquello que nos está oculto, lo innombrable, que nos confronta con la falta y que se escapa de ser un objeto de estudio empírico tradicional, controlable.

 

Lo femenino es obscuro, difuso, abierto, difícil de puntualizar, viene a descompletar la lógica fálica del todo, es el no-todo uno.  Sin embargo, Freud fue capaz de reconocer desde muy temprano en sus teorías, la importancia de lo femenino, tanto así, que equiparaba lo femenino con el objeto de estudio de las investigaciones psicoanalíticas. Así lo estipulaba al escribirle a Fliess: “es de sospechar que el elemento esencialmente reprimido es siempre lo que es femenino.” (1950 (1892-1899) Freud, S.; c.p. Perelberg, R). Lo femenino remite a lo arcaico, revive fantasmas internos en los que se prefiere no pensar.

 

Freud introduce el tema de la sexualidad infantil polimorfa que define las zonas erógenas que son generales a los seres humanos, y que, en el proceso de desarrollo psicosexual, derivarán en una salida sexuada y de género, en una combinatoria de goces única para cada sujeto (Goldstein, M. 2020). El niño y la niña se identifican con aspectos de sus objetos primarios, padre y madre, desean poseer y ser poseídos por ambos. Durante este proceso, de intensa vida fantasmática, el bebé descubre la diferencia anatómica de los sexos y aparece la ansiedad de castración, así como su efecto traumático sobre la estructuración de la psique del infante, sea niña o varón.

 

En este proceso, la palabra escuchada ejerce sobre el infans su efecto paralingüístico, no simbólico-representacional, sino más bien con códigos de afectos arcaicos y pares de oposición significantes de demarcación (ejem: placer – displacer, presencia – ausencia, dentro-fuera). Estos significantes conforman el continente psíquico incipiente y permiten guardar en la memoria impresiones y experiencias que, por ser demasiado precoces o intensas, no pueden ser puestas en palabras. Es el ámbito del mundo de las sensaciones del yo corporal, significantes preverbales, del lenguaje del yo-piel de Anzieu. Están íntimamente ligados al esquema y experiencias del yo corporal (Alizade, M. 1992).

 

Se reciben también mensajes enigmáticos (inconscientes para el adulto emisor, y que hacen de ruido a los mensajes pre-concientes y conscientes emitidos) que el bebé no puede aún representar y que dependen de la psique materna como sostén o continente psíquico. Los mensajes que vienen del gran Otro, adulto, influyen en el proceso de identificación (y de asignación) del sujeto naciente, tienen su efecto en el ámbito del deseo, en los fantasmas que van a formar parte del incipiente proceso de subjetivación del ser, cuando trata de responder ¿qué es lo que quiere ese Otro de mí?

 

Las producciones fantasmáticas (base de la realidad psíquica) afloran ligadas a la excitación corporal y a las funciones del cuerpo. La fantasmatización temprana del cuerpo, que se da en las primeras relaciones objetales, en una estimulación cuerpo a cuerpo sensual, es necesaria para que exista entonces un referente psíquico del cuerpo sexuado que le permita al yo convertirse en sujeto con derecho suficiente y posicionarse con relación al otro. Los aspectos específicos de lo femenino generan ansiedades particulares tanto en el yo que se está formando, como en ese Otro que forma, y que pueden interferir este proceso de subjetivación.

 

Laplanche (2007) nos explica que este Otro adulto, que da estos referentes identificatorios, en realidad cumple una función de asignación de identidad más que de identificación, que siempre es sexuada, en este sentido está desde estos primerísimos momentos lo que se conoce como identidad de género. Las figuras de identificación primaria tienen entonces no sólo la capacidad de afectar el erotismo, la capacidad de sentir placer o sufrimiento del yo en formación, sino también de comprometer su registro de género.

 

En psicoanálisis los procesos de identificación están en el orden de lo imaginario y siempre incluyen los mensajes y asignaciones del Otro. Si ese Otro (o figura primaria) está muy tomada por su repudio y ansiedades ligadas a lo femenino (fusión, difusión, vacío, fragmentación), afectará a su vez la capacidad del yo naciente, de incorporar este registro fantasmático en su estructuración subjetiva, sea éste un varón o una niña. Sus propias angustias generan un ruido que interfiere el proceso de subjetivación.

 

Según la autora Rosemary Balsam, el cuerpo femenino, por su capacidad de dar vida, crea fantasías intensas y carga con una valencia negativa inconsciente mayor, por el terror que genera, tanto para hombres como para mujeres, el ser el lugar potencial de vida o muerte, crecimiento o aniquilación (Balsam, R. 2021).

 

Retomando el proceso de sexuación y subjetivación, el yo incipiente entonces se va a desarrollar a partir de construcciones imaginarias que son la base de la realidad psíquica de cada sujeto. Es la etapa de las fantasías primarias, que refieren a las teorías infantiles de los orígenes. Entre varias fantasías de esta época temprana, está la escena primaria, donde se representa el origen del sujeto a través del coito parental (observado o fantaseado); en las fantasías de seducción, se representa el surgimiento de la sexualidad; y en las fantasías de castración, el origen de la diferencia entre los sexos (Laplanche y Pontalis, 1977).

 

Estas proto-fantasías funcionan como pantallas que esconden o rellenan la falta estructural, que nos confronta con el vacío o hueco interior, lo que no se puede representar. Pero también podríamos pensar en si estas proto fantasías, sobre todo las relacionadas con el origen de la sexualidad y la diferencia, al darle al sujeto una posición frente al otro sexuado, nos hablan inevitablemente de lo femenino, con el reconocimiento traumático de la diferencia sexual y la consecuente falta de representabilidad del lado femenino de la diferencia. Dado el característico pensamiento binario de esta etapa primordial, lo femenino se asociaría fácilmente entonces con el vacío, la negatividad, la ausencia, el horror que estas protofantasías intentan renegar. Se homologa así con el enigma de lo femenino.

 

Esta relación es más clara en la fantasía posterior, estudiada y descrita por Freud en “Pegan a un niño”, que representa en su segundo momento (soy pegado), inconsciente, la posición masoquista primaria y pasiva que equivale a la indefensión que todo sujeto, hembra o varón, comparte respecto a esa madre arcaica. Esta fase es rechazada de la consciencia por colocarse el sujeto en esa posición de dejarse hacer/someter al poder de vida o muerte, cercana a lo innombrable, lo femenino.

 

Freud, llegó más tarde en sus investigaciones a reforzar su conclusión de que ambos sexos repudian la feminidad (Freud, S. 1937) lo que es un elemento esencial de la asimetría y el eterno acertijo/enigma entre los sexos (Perelberg, R., 2018). Lacan nos dice luego que la mujer no existe, haciendo referencia al hecho de que en lo inconsciente no existe la representación del otro sexo, es lo que nos hace tener esa falla en lo sexual y que nos mueve alrededor del único organizador psíquico: el falo.

 

Mariam Alizade (1992) lo describe elocuentemente como “lo siniestro de la hendidura de un sexo sin pene”, que genera terror y rechazo. Equiparando el horror al enigma de lo femenino. Es lo que queda fuera del saber, de lo que a priori, se prefiere no saber. Y explica cómo el mecanismo automático de defensa de la psique humana, el repudio, se activa por el deseo de ignorar lo innombrable.  Lo femenino queda más allá y antes de la palabra. Lo femenino es lo no-todo, lo otro, lo único, descompleta nuestro afán de dominio, de saber. (Safouan, M.2011)

 

Continuando con la intolerancia a lo femenino, en la postura freudiana clásica, muchas veces ha sido descrito por diversos autores como el rechazo al ser pasivo y/o receptivo. André Green (c.p. Perelberg, R. 2018), ha desarrollado un concepto que implica una diferencia interesante entre pasividad y pasivación, que se refiere a una posición particular de receptividad del bebé, con relación al cuidado materno primario y a la confianza que pueda tener el infante en el mismo. Acentúa la dimensión de poder-sometimiento de la relación madre-bebé, más allá de la receptividad.

 

Este autor considera que dicho estado de pasivación es un requerimiento crucial del proceso de cura psicoanalítico, donde el analizado se entrega de esta manera al cuidado del analista. En la práctica clínica, es posible percibir en la transferencia la resistencia a dicha posición regresiva (femenina), lo que muchas veces termina en interrupción del proceso analítico. En este sentido, el repudio a lo femenino es el rechazo a la acción materna que induce a la pasivación, el sujeto se resiste a su cuidado seductor, que hace al niño pasivo y vulnerable. Esto también se refiere a la pasividad del individuo frente a los propios impulsos, así como a los maternos, que quizás lo acercan demasiado al masoquismo primario, y/o al femenino? Este concepto implica no sólo el ser receptivo como posición, sino que incluye el plus de goce, de la pulsión de muerte, en el dejarse hacer, dejarse poseer, propios del masoquismo femenino, donde se da una mezcla pulsional entre lo libidinal y lo tanático.

 

Melanie Klein es otra autora que añade complejidad al problema de lo femenino en el psicoanálisis.  Logró contribuir con el conocimiento de la feminidad pre-edípica al enfatizar la importancia del desarrollo del mundo interno de la niña. Esta autora postula que existe un conocimiento inconsciente (en ambos sexos) innato de la vagina, una preconcepción que debe ser comprobada posteriormente a través de la experiencia. La espera, la dimensión temporal de la feminidad, está más cercana que la virilidad, en este aspecto, al principio de realidad y por ende a la frustración.

 

La esencia del desarrollo de la niña está dominada por la espera, y ella no deja de dudar de su integridad interior, sospechando que su propio ataque envidioso a la madre omnipotente pudo devolvérsele (identificación proyectiva), destruyendo y pudiendo comprometer su propia fertilidad futura. En síntesis, la psicosexualidad femenina está marcada por la posposición (Chasseguett, J. 1983).

 

El varón reafirma más fácilmente su esperanza de potencia sexual por la posesión de un pene visible, tangible, comparable al del padre. De hecho, a diferencia de la niña, el varón pudiese comprimir el tiempo y creer que él es un compañero sexual adecuado y suficiente para la madre, convirtiéndose en este caso en un perverso, mediante la renegación de los valores genitales y de la no aceptación de su inferioridad genital con relación al padre.

 

El varón posee, sin embargo, una angustia masculina de perder su identidad sexual, ya que, al comienzo, está en efecto sumergido en la feminidad de la madre, y es receptor de la acción de pasivación materna descrita anteriormente.

 

En consecuencia, otro de los motivos de la renegación de la preconcepción de la vagina materna, muy presente en mentes con ciertas dificultades limítrofes, de la percepción de la diferencia sexual, según Chausseguet, proviene del hecho de que provenimos del interior del cuerpo de esta madre, es nuestro lugar de origen. Admitir que la mujer posee un órgano al que se puede acceder, es reconocer el terror (o fascinación) de fundirse en él (fantasía de fusión), de aniquilarse en él por el retorno o sentirse aspirado por una matriz ávida, que conlleva las pulsiones pregenitales proyectadas por el sujeto mismo. Volver al vientre materno es volver a ese estado de nirvana, tan atractivo y a su vez, tan cercano a la muerte, la paz absoluta de la pulsión de muerte, la nada. Si bien la evolución usual de la mente del bebé supera estas fantasías primarias asociadas al cuerpo femenino, quizás en lo arcaico de cada sujeto yacen estos fantasmas con mayor o menor efecto en la vida de cada ser.

 

Chausseguet describe la paradoja de lo femenino como la coexistencia de una feminidad que es propensa a lo fusional (la vuelta al vientre liso materno), a lo difuso, lo ilimitado, irrepresentable, loco y por otro lado, la feminidad, posterior, ligada al principio de realidad a través de posposición que se ve forzada a aceptar por su anatomía.

 

La misma autora desarrolla la idea de lo femenino en positivo, de una cualidad en las niñas, en cuanto a su aptitud o la potencialidad, para reencontrar (a futuro) la fusión primigenia a través de la maternidad, lo que en principio la protegería de las patologías que tienden a interrumpir la evolución (la perversión y psicopatía). Su anatomía por otro lado también favorece la difusión de erotismo por toda la superficie corporal, brindando una sexualidad amplia y variada.

 

En relación con este punto, Mariam Alizade describe los orgasmos femeninos, y las maneras de gozar de la mujer. Ella goza de dos maneras, por un lado de forma viril con su clítoris, su vagina y la concentración erótica en el órgano único, identificada con la posición masculina. Y, por otro lado, femeninamente, con lo oculto, lo indefinible, la difusión del erotismo, desplegando su potencial erótico. Puede haber así zonas erógenas privadas, particulares, lo que no estaría limitado al cuerpo de la mujer, la autora sólo puntualiza que, por la anatomía del cuerpo femenino, es más propenso a desarrollar este erotismo difuso. La diferenciación entonces entre hombre y mujer termina siendo resultado de un proceso interminable, nunca completo, ya que el estado de masculinidad o feminidad puras, nunca podrán ser encontrados (Perelberg, R. 2018).

 

En la transferencia, se presenta con frecuencia una lucha entre ambas posiciones: entre el querer ser mirados, seducidos por su analista y dejarse así llevar por la pasivación que describía Green, versus el rechazar/repudiar esa dependencia, posición femenina inducida, que despierta un odio radical al contactar con esa necesidad del Otro, que revive las vivencias con la madre arcaica, ante el cual una respuesta defensiva puede ser: el no desear nada, deseo de no deseo, para no contactar con la necesidad de ese Otro omnipotente.

 

En la tarea analítica es necesario como conclusión, complejizar la construcción de la subjetividad e integrar lo que Janine Chasseguette (1983) llama bisexualidad del análisis: permitir la disposición a la maternidad, ser continente, e inducir la pasivación del analizado (regresión) y trabajar así las angustias arcaicas del paciente asociadas a lo femenino rechazado. Mantener la apertura en la escucha, a diferencia de perseguir lo fálico, es permitirse buscar lo enigmático, lo único, lo femenino en cada relato junto a cada paciente. Y, por otro lado, a través del encuadre, introducir al tercero, ley paterna con el encuadre y el corte que garantice al niño-analizando que ese vientre materno no lo absorberá para siempre.

 

 

Referencias Bibliográficas

 

Alizade, M. A. (1992). La Sensualidad Femenina. Amorrortu: Buenos Aires, 1992.

Balsam, R. (2021). Barriers to the Body in Psychoanalysis. IPA online congress 2021.

Chasseguet-Smirgel, J. (1983). La feminidad del psicoanalista en el ejercicio de su trabajo. Revista de Psicoanálisis. 40 (2). Buenos Aires.

Freud, S. (1919). Pegan a un niño: Contribuciones a la génesis de las perversiones sexuales. Tomo XVII. Obras Completas de Freud. Amorrurtu Editores. Buenos Aires.

Freud, S. (1924). El problema económico del masoquismo. Tomo XIX. Obras Completas de Freud. Buenos Aires. Amorrurtu Editores.

Green, A. (1982). La Nueva Clínica Psicoanalítica y la teoría de Freud. Aspectos fundamentales de la locura privada. Amorrortu. Buenos Aires. 1993.

Goldstein, M. (2020). Diferencia y Género, trabajo presentado en Jornada APA COWAP online el 28/08/2020.

Kolteniuk, M. (2014). La misoginia originaria. En: Intolerancia a lo Femenino. Berlin, D. y Reyes, N.

Laplanche, J. y Pontalis, J.B. (1967). Diccionario de Psicoanálisis. Ediciones Paidós Ibérica, S.A., 1996.

Laplanche, J. (1998). La teoría de la seducción generalizada y la metapsicología. Rev. Uruguaya de Psicoanálisis. No. 87. 1998. APU.

Laplanche, J. (2007). Gender, sex, and the sexual. Studies in Gender and Sexuality, 8.

Perelberg, R. (2019). The Femenine.  IPA Webinar on The Femenine.

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