Crimen inconfesable (El hombre del bosque en Argentina, El leñador en España, The Woodsman, 2004) Después de pasar 12 años en prisión por el delito de pedofilia, Walter consigue empleo e intenta rehacer su vida. Conoce a Vicki, una com- pañera de trabajo, y se involucra sentimentalmente con ella, mientras acude al psicólogo evitando recaer y volver a prisión. Sin embargo, debido al acoso de sus compañeros y al rechazo de su hermana, sus antiguas tendencias parecen traicionarlo. Dirección: Nicole Kassell. Guión: Nicole Kassell y Steven Fechter. Elenco: Kevin Bacon (Walter), Kyra Sedgwick (Vicki), Benjamin Bratt (Carlos), Eve (Mary-Kay), Da- vid Alan Grier (Bob), Mos Def (Lucas), Kevin Rice (Candy).
Voy a apoyarme en lo que para mí es una excelente película, para exponer algunas reflexiones a través de mi mirada psicoanalítica acerca de un trastorno del comportamiento sexual, que desde la psiquiatría y desde el psicoanálisis ha sido llamado paidofilia, perversión, desviación sexual, o estructura perversa.
La propuesta que nos presenta el guion está planteada para ser pensada a diversos niveles. Digamos, desde ya, que estos niveles son:
- Lo sociocultural, que desde sus normativas acerca de lo que está permitido o prohibido respecto a la conducta sexual de los individuos va a conformar la subjetividad colectiva, o transubjetividad, y mantendrá su mirada vigilante sobre dichos individuos para castigar las transgresiones a dichas
- Lo particular individual, que determina que un sujeto propenda a una determinada elección de objeto sexual y a un tipo específico, o predominante, de goce al cual se ha quedado fijado: el sentar a las niñas en su regazo, olerles el pelo y tener orgasmo. Esta constitución intrapsíquica tiene su historia particular, que va a depender de cómo se han dado los vínculos de estos sujetos con sus objetos significativos a través de toda su vida, pero fundamentalmente en su temprana infancia. En dichas elecciones y goces también hay sufrimientos o castigos intrapsíquicos, que resultan de los conflictos entre el impulso a satisfacer la pulsión erótica y el mandato social internalizado en forma de conciencia moral. Es la conformación de lo intrasubjetivo.
- Estos modos intrasubjetivos individuales van a interactuar con las modalidades intrasubjetivas de los otros sujetos donde se dan las relaciones sociales: fábricas, cárceles, colegios, pequeñas y grandes comunidades, , para conformar lo que denominamos lo vincular intersubjetivo.
Estos tres planos siempre van a estar presentes, manifestándose en un contrapunto donde a veces uno u otro llevan la voz cantante y otras veces están presentes haciendo coro de manera simultánea.
Comencemos diciendo que la sociedad, portadora y transmisora de la subjetividad colectiva o transubjetividad, al mismo tiempo que sanciona y castiga este tipo de conductas sexuales humanas, también establece, hoy día, propuestas para la reinserción de dichos sujetos a la vida social y laboral como una búsqueda de rehabilitación. Sin embargo, no se los hace nada fácil porque en la misma sociedad que quiere rehabilitarlos existe una doble moral. Un ejemplo de ello sería que bajo la intención de guardar un registro de estos sujetos transgresores de la moral sexual social, los deja expuestos al escarnio público al no proteger la confidencialidad y permitir el acceso de cualquier miembro de la sociedad al historial criminal de los mismos, como lo va a hacer más adelante Mary-Kay, cuando dicho acceso podría ser sólo para los guardianes de la ley. También se muestra en la película cuando el jefe Bob lo admite como empleado, no porque él esté muy de acuerdo con hacerlo, sino porque Walter fue un buen empleado con su padre. En Mary-Kay y en Bob se puede observar la existencia, en su intrasubjetividad, de la misma ambivalencia que existe en lo social, a través de sus instituciones, acerca de determinadas conductas sexuales.
Una posible crítica a los modos sociales de tratar estos problemas humanos es acerca del castigo que parece ser desproporcionadamente severo, doce años de prisión, para la gravedad del delito que Walter realizaba, ya que en su abuso sexual a las niñas no las maltrataba físicamente, no las violaba y se masturbaba con el contacto físico al sentarlas en su regazo. La misma sociedad establece sus condiciones para dejar circular libremente a los individuos que han transgredido sus normas, los libera, pero los vigila persecutoria y vejatoriamente, a través de la eufemísticamente llamada libertad condicional supervisada.
Es justo reconocer que hay un crédito que se le otorga a la posibilidad de cambio de los modos sociales de vigilar, cuando el Sargento Lucas le dice en su última visita: “Felicitaciones” y, en un tono menos amenazador, que lo estará vigilando, pero que se mantenga fuera de problemas. Este cambio de modo social está en correspondencia con el cambio que se observa en la conducta de Walter, el cual termina internalizando dentro de sí los modos violentos empleados para reprimir las conductas sexuales sancionadas como intolerables, con los cuales ahora está identificado, al golpear brutalmente a Candy, quien a la vez refleja especularmente su propia imagen siendo golpeada por transgredir la ley que prohíbe el abuso sexual infantil. Walter no solo está modificando su conducta sino su estado sexual mental.
Estas identificaciones no surgen por la constante vigilancia amenazante, como tampoco por las explicaciones o interpretaciones del psicólogo, o psicoterapeuta, acerca de las motivaciones inconscientes de la conducta enraizadas en lo infantil. Las instituciones sociales han delegado en estos dos funcionarios del consenso, como diría Basaglia (1968), la función de tratarlo o corregirlo de su trastorno sexual, uno con métodos represivos, amenazantes, coercitivos, y el otro por métodos explicativos que buscan establecer, a través del diario que le solicita que lleve, el Yo observador que pueda anticiparse, a través del pensamiento y mediante lo simbólico del lenguaje escrito, a la tendencia a actuar compulsivamente sus impulsos y/o deseos. No es casual que en un momento dado ambos personajes sean homologados en la mente de Walter, como se muestra cuando le dice al psicólogo que no le gusta tener gente detrás. El psicólogo, al igual que el Sargento Lucas, hace un cambio en su “furor curandis”, como diría Freud (1913), cuando al final le dice a Walter que va a tomar tiempo, a lo cual Walter repite: “Tiempo”. Mientras mayor sea la compulsión a curar, menos tolerancia a la espera, más se rige la conducta por el principio del placer, por los procesos psíquicos primarios, donde no existe la noción del tiempo tal como funciona en el principio de realidad y sus procesos secundarios.
Pasemos ahora al plano intrasubjetivo del funcionamiento mental tal como está reflejado en el personaje de Walter. Un acto sintomático, o actos-síntomas, como los llama Joyce McDougall (1982), aparece en diversos momentos de esta narrativa cinematográfica: es la imagen de Walter mirando por la ventana. Algunas veces no aparece lo que mira, otras veces aparecen los niños de la escuela, y otras veces mira al paidofílico Candy abordando a los niños para cometer sus actos lascivos. Este mirar a otros en sus conductas sexuales puede equivaler a otro de los tipos de actos-síntomas que forma parte de las perversiones sexuales: la escoptofilia. Aunque algunas de estas conductas sexuales tienden a ser actos sintomáticos únicos, encontramos también que pueden presentarse alternadamente con conductas de otras características. Así, por ejemplo, un sádico puede devenir masoquista, o un voyeurista puede alternar con un exhibicionista.
También el mirar contiene el poner fuera de él el deseo y el acto-síntoma amenazantes, es decir, sus propias tendencias sexuales abusadoras de un(a) niño(a). Cuando, al comienzo, Walter observa a Candy, no se identifica en él, más bien parece identificado con el Superyó punitivo y persecutorio que condena las tendencias impulsivas del Ello que dominan a un Yo débil y lo llevan a actuar. Estos aspectos de su funcionamiento psíquico: impulsos y condenas a los mismos, están disociados o fragmentados y esparcidos en diversos personajes, pues todavía no tiene la capacidad para integrarlos como partes de sí mismo, no tiene capacidad de representarlos, de simbolizarlos. Es muy frecuente encontrar en los sujetos de perversión la historia de abusos sexuales infligidos a ellos por parte de otros niños o adultos, además de historias de maltratos de diversa índole, entre los cuales están los producidos por abandono físico y afectivo. No sería de extrañar que los niños de los deseos de Walter también sean una proyección de sus propios aspectos de niño expuestos a una experiencia de abuso. Ese es el caso de Robin (la caperucita roja, la niña de la pelota roja que aparece invadiendo la mente de Walter), quien era objeto de abuso por parte de su padre, lo cual facilitaría el acercamiento a otros adultos que, como Walter, sienten el impulso de pervertir el vínculo; de esta manera continúa la repetición, esperando que alguna experiencia diferente, lo que hoy en día llamamos resiliencia 1, coloque dicho vínculo en el lugar desexualizado que corresponde y surja una relación amorosa tierna con las figuras parentales o con sus representantes.
Cualquier alusión que tenga alguna conexión con sus actos sintomáticos lo pone en alerta y a la defensiva, es como si se disparara la presencia del amenazante Superyó externo, como por ejemplo cuando su cuñado lo visita cariñosamente y le hace el comentario de que está viviendo frente a una gran escuela, Walter salta perseguido preguntando si ello tiene algo de malo, a lo cual el cuñado responde haciendo la aclaratoria del sentido racional, consciente o manifiesto, de su comentario, que es saber si le molesta el ruido, a lo cual Walter responde que es el único lugar donde lo aceptaron en el pueblo. Aquí podemos hacer la conjetura de que además de referirse al bullicio de los niños en la escuela, también remite al “ruido” que produce en su mente el contacto visual con niños, disparando sus angustias persecutorias; éstas, a su vez, tienen un componente de disfrute, como se verá más adelante cuando le responde a Vicki, ante una pregunta sobre el ruido similar a la que le hizo el cuñado, que a él le gusta el ruido. El acto-síntoma tiene entonces un componente que causa sufrimiento al Yo, presionado y prisionero entre las tendencias del Ello y el Superyó punitivo, pero además tiene un componente de goce. Este goce, buscado compulsivamente le daría a sus tendencias sexuales una característica adictiva, como el adicto que busca su droga y hace cualquier cosa para conseguirla. También podemos preguntarnos si realmente es casual que ese fuese el único lugar donde lo aceptaron en el pueblo, o si esa explicación remite a que su relación de fijación o ligadura a sus deseos e impulsos es el único, –o casi único–, contenido que aparece en su mente, dominando la mayoría de sus vínculos intrasubjetivos con sus objetos internos, como los vínculos interpersonales. Una de estas imágenes va a aparecer, en diversos momentos, como la pelota roja que se le escapa a alguien (una niña), llega a sus pies y a través de ese acontecimiento establece el contacto con la posible víctima de la actuación de sus impulsos perversos. Otra imagen que aparece es cuando se va a dar el encuentro sexual con Vicki, Walter está mirándose desde fuera en dicho encuentro sexual, o tal vez podría decirse que aparece como un tercero mirando “la escena primaria” en los momentos en que ella está desvistiéndose. Esta escena primaria también estaría contenida en lo ocurrido en el aserradero cuando observa que uno de los obreros tropieza a Vicki en un juego erótico diciéndole “hermana”, a lo cual ella responde con violencia rechazando dicho acercamiento. Hay allí algo en común que hará posible, más adelante, el acercamiento entre ellos. Este algo en común son las experiencias sexuales infantiles que ambos mantienen ocultas. La otra fantasía que también aparece es cuando se ve en el sueño caminando en el bosque; a través del trabajo con el psiquiatra, va a poder hablar de los juegos sexuales infantiles con su hermana siendo niños de 6 y 4 años, cuando él le olía el pelo y sentía placer en hacerlo. Esto nos puede hacer pensar en un niño excitado debido a la sobreestimulación por la escena primaria, posiblemente facilitada por las condiciones en que vivían: casa pequeña, niños durmiendo en el mismo cuarto, con lo cual estaban dadas las condiciones para que esta inundación de estímulos se constituyera en un hecho traumático que, aunque producen goce, se repite buscando desesperadamente una salida del sufrimiento que le ocasiona. Esta situación va a ser reeditada en la relación con Vicki, pero adquiriendo una tonalidad afectiva menos persecutoria cuando en los juegos sexuales ella se le sienta en las piernas, como las niñas, y él eyacula oliéndole el pelo, lo cual es aceptado cariñosamente por ella e incorporado como parte de las actividades sexuales adultas privadas.
Sus interacciones intersubjetivas adquieren características diferentes con las dos mujeres (Mary-Kay y Vicki), con la hermana, con la niña, y con los hombres con los cuales se vincula. Lo que resulte de esta vinculación intersubjetiva será determinante en la perpetuación, o en la salida, del atrapamiento de estas modalidades perversas de la sexualidad. Si se quiere decir de otro modo, tendrán un efecto terapéutico transformador o no.
Vicki no es como la mayoría de las mujeres. No es como Mary-Kay, quien, a la vez que busca con Walter un acercamiento erótico de tipo seductor histérico, se siente herida al ser rechazada por un Walter temeroso de sus avances sexuales, y busca vengarse descubriendo lo oculto en Walter y sometiéndolo al rechazo y violencia por parte de todos los demás. Son dos estructuras con diferentes organizaciones intrasubjetivas. Vicki también es rechazada por Walter pero, a diferencia de Mary-Kay, insiste hasta lograr ser aceptada. Comienza con un acercamiento cálido, tierno, amoroso, para luego incluir lo erótico pregenital y genital. Así se va creando un ambiente de suficiente confianza como para compartir sus oscuros secretos a pesar de un Walter inicialmente distante y receloso. Ella comienza revelando un secreto no tan oscuro, que está más dentro de las conductas sexuales sancionadas como tolerables, o al menos no tan severamente condenadas por el ámbito sociocultural: el acostarse con el esposo de su mejor amiga. A continuación Walter revela sus oscuros secretos, primero el menos oscuro: “estuve con chicas jóvenes” y luego el más oscuro: son chicas jóvenes que digan o parezcan tener 11 años. Ella se asusta, o se impacta, ante la revelación del secreto de Walter de que las chicas no eran chicas grandes sino púberes; se viste y él reacciona pidiéndole que se vaya. Allí ella le dice que no se impresiona fácilmente. Como ella no le ha revelado aún sus más oscuros secretos, él le dice que ella no puede impresionarse porque está fuera de todo esto. Podemos pensar que el encuentro con personas que estén dentro de sus modelos vinculares, o que tengan tolerancia al surgimiento en su conciencia de recuerdos y/o deseos y experiencias erótico-perversas, es lo que permitirá o facilitará los acercamientos, como sucede con Vicki y con Robin. Con aquellos que tienen un elevado nivel de represión, o de repudio de dichos deseos o experiencias, no hay ningún espacio para la convivencia, pues los mismos asumirán un rechazo violento a cualquiera que presente este tipo de anormalidades en sus conductas sexuales, como es el caso de los obreros del aserradero, de Mary-Kay, de su hermana Annette, del Sargento Lucas, entre otros, así como también de su cuñado Carlos, quien reacciona con violencia amenazante cuando Walter lo confronta con la posibilidad de admitir en su mente la existencia de deseos incestuosos, a pesar de que en el diálogo entre ellos está muy a la vista la referencia a la hija, desplazada hacia otras mujeres que aparecen en ausencia de su esposa. Estos deseos generalmente están reprimidos y cuando aparecen desde dentro del sujeto, o les son expuestos desde afuera, son rechazados y condenados; en dicho caso están más del lado de los estados mentales neuróticos (Bion, 1977). En otros sujetos, dichos deseos están fuertemente disociados, repudiados y no integrados en el inconsciente, por lo cual, cuando retornan desde el exterior como una representación intolerable, junto con sus afectos concomitantes, son expulsados violentamente; están más cerca de los estados mentales psicóticos (Bion, 1977). Es la “locura” a la que se refiere Carlos ante la insinuación de Walter, he allí la diferencia entre Walter y Carlos, asumir dichos deseos es para Carlos ser un loco o un monstruo, no es así para Walter, para quien ser normal es poder estar cerca de una pequeña, poder hablarle sin transgredir la norma social bajo la presión de los impulsos y deseos concomitantes. Walter está del lado de los estados mentales perversos. El sargento Lucas podría estar funcionando con mecanismos similares a Carlos, de allí su permanente vigilancia violenta amenazando inclusive con matarlo, lo cual remite a la amenaza de castración que siempre pende sobre los seres humanos desde cualquiera de los tres campos donde se despliega la conducta: intrasubjetivo, intersubjetivo y transubjetivo, en caso de transgredir la ley que prohíbe los deseos incestuosos o la actuación de los mismos. La película nos va a plantear que estas amenazas, en tanto que vienen de afuera no sirven para incorporar un Superyó amoroso, contenedor, protector, benévolo que, a través de la angustia de castración anticipatoria, le permita al individuo contener los impulsos y tolerar la no realización de los deseos, es decir, asumir la falta (Freud, 1926), o intro- ducir la cesura (Bion, 1982), para así poder transformar los impulsos y deseos en pensamientos, y salir del atrapamiento de goce y sufrimiento en que se encuentran estos seres humanos. Si se asume la falta o se introduce la cesura, es porque se ha abierto la posibilidad de representar, y no actuar impulsiva y compulsivamente aquello que hasta ese momento no había sido posible representar, simbolizar. Tampoco sirven los tratamientos psiquiátricos, psicológicos o psicoterapéuticos, con métodos aplicables a neuróticos, basados en buscar hacer consciente algo que de por sí ya es consciente para estos sujetos, y además ejercidos desde una postura profesional fría, distante, intelectualizada, como es caricaturizada en el guión con el profesional detrás del paciente tomando notas o haciéndole tomar notas en el diario.
Lo que podrá tener una función transformadora será la actitud cálida, constante y consecuente de Vicki, quien como Yo auxiliar se enfrenta a la violencia y al rechazo desatado por los demás contra Walter, admite también ante él su lado secreto y oscuro de las experiencias sexuales perversas con sus hermanos, y como mujer adulta reintegra para ambos, dentro de sus prácticas sexuales privadas, dentro de la genitalidad, toda la erogeneidad pregenital fragmentada, polimorfa y perversa de los niños que ambos llevan por dentro, y de esa manera no seguir actuándolas en el mundo externo, causando terror al mostrarle al mundo lo real de estos impulsos y deseos. Quizás lo que más causa terror no es ver desplegada en la conducta de un adulto la sexualidad polimorfa normal, que todos llevamos dentro, de los niños ante la escena primaria con sus cinco participantes: los dos padres, niño, niña, y bebé-dentro-de-la-madre, cuyo objetivo es una re- solución a sus deseos insatisfechos, de sus celos y odios que amenazan la relación con sus buenos padres; lo que más aterra es no entender que quien está actuando o expresándose allí no es el adulto predominantemente maduro o integrado en el cual se despliega la sexualidad polimorfa, sino que la misma se hace perversa cuando a esta escena primaria se le agrega lo que Meltzer (1974) llamó el “outsider”, un sexto participante, enemigo de la creatividad parental, de la armonía familiar y del amor; el “malvado”, el destructivo, que es esa parte del sujeto, que identificado con objetos malos internos crea el Superyó sádico del niño que aparece en los adultos con estados mentales perversos. Es la actitud de Vicki, como objeto nuevo, lo que permite que la relación entre ambos, al igual que la planta (hiedra) sea cuidada, regada y crezca para el desarrollo de un nuevo estado mental ya no perverso. Así podrá salir del atrapamiento repetitivo de sus actos-síntomas, igual que del trabajo monótono de obrero de aserradero, para que emerja el artista ebanista que transforma la madera, al igual que su naturaleza de animal humano se transforma en sujeto desujetado y pueda, como las aves que vuelan en el cuadro final de la película, alzar vuelo.
1 Definida como la capacidad de sobreponerse a la adversidad y transformarla a partir de la presencia de un vínculo significativo (Rozenfeld, 2002).
Referencias bibliográficas
Basaglia, F. (1968). La institución negada. Informe de un hospital psiquiátrico. Barce- lona: Biblioteca Breve de Barral.
Bion, W. (1977). Volviendo a pensar. Buenos Aires: Horme-Paidós.
Bion, W. (1982). La tabla y la cesura. Barcelona: Editorial Gedisa.
Freud, S. (1913). La iniciación del tratamiento. Obras completas, Vol. XII. Buenos Aires: Amorrortu, 1979.
Freud, S. (1926). Inhibición, síntoma y angustia. Obras Completas, Vol. XX. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1979.
McDougall, J. (1982). Alegato por cierta anormalidad. Barcelona: Ediciones Petrel.
Meltzer, D. (1974). Estados sexuales de la mente. Buenos Aires: Ediciones Kargieman. Rozenfeld, A. (septiembre, 2002). Una interpretación psicoanalítica del concepto de resiliencia. En XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis de FEPAL: Per-
manencias y cambios en la experiencia psicoanalítica. Montevideo, Uruguay.