Resumen:
Diez años de haber tratado el tema por primera vez, el autor se aproxima al totalitarismo como
situación politica en la vertiente de síntoma o de estructura. A través de un breve recorrido por
la historia de Venezuela propone que el autoritarismo como forma está imbricado en nuestra
idiosincracia. A partir de ello se cuestiona las formas y demandas que el ejercicio del
psicoanálisis adquiere. Sostiene que la práctica y enseñanza del psicoanálisis no puede
aislarse del contexto socio político. Concluye preguntándose el porqué de la vigencia del tópico
tratado.Comienzo a escribir este texto en el primer día de 2018. Este año, Venezuela,
país donde viví durante 43 años arriba a dos decenios en una deriva ominosa
hacia un sistema de gobierno totalitario. Desde una democracia representativa,
el país transita un rumbo cuyo punto final, en términos de pérdida de libertades y
derechos, de pobreza generalizada y desaparición del pensamiento diverso aún
no se avizora.
El abordaje que me propongo reclama la validez científica de entender
transformaciones sociales y políticas con el ángulo de conveniencia del
psicoanálisis, la ciencia de la subjetividad y el inconciente.
Considero que la pertinencia de esta mirada está suficientemente autorizada por
la práctica de eso que se llama psicoanálisis aplicado. Pero que también
reclama para sí el aserto de Lacan (1969) acerca de que “El inconciente es la
política”. Mi particular interpretación de ello es que el inconciente surge en
relación a Otros. Si bien puede ser entendido como una hipótesis de causación
para el hacer y desear de un individuo, solo adquiere sentido dentro del marco
de los vínculos con los demás, reales o fantaseados. De esta forma, el
psicoanálisis, en tanto cura, es una relación social. Como lo es la política, si se
entiende ésta como una forma sublimada de hacer pactos entre individuos que
comparten un objeto común, generalmente un país. Y de la misma manera que
la técnica y el relato de las curas demuestra de forma frecuente como los pactos
son frágiles y cambiantes, los sistemas políticos, sus instituciones y los acuerdos
que implican también lo son.
Lo que me propongo es remarcar una vez más que los fenómenos sociales
pueden ser entendidos con una mirada clínica, desde el psicoanálisis, sin
pretender que una cosa pueda reducirse a la otra.
Una visión relativamente optimista, como la de Voltaire sostiene que los
Hombres tenderían a hacer pactos políticos en los que el respeto y los derechos
fuesen una tendencia creciente.
Sin embargo, la Historia de Venezuela, especialmente la reciente ponen en tela
de juicio tal perspectiva.
A pesar de los mitos populares con los que los venezolanos se narran a sí
mismos, especialmente el que sostiene que hay una cualidad estructural que
apunta hacia la democracia como forma de ordenarse,como dirección, los
hechos demuestran otra cosa.
El siglo XX venezolano, por ejemplo, acumula más años transcurridos bajo
regímenes de fuerza, conducidos por militares, que años con un sistema
democrático liberal. Solo cuarenta de los cien años de la centuria pasada
transcurrieron en Democracia. Y desde 1998 hasta acá el totalitarismo insiste,
con la fuerza de la compulsión a la repetición, refractaria al principio de realidad.
De ahí que la primera tarea de un psicoanalista deseoso de arrojar alguna luz
sobre el tema sería plantearse si éste es un síntoma o estructura.
Es decir, plantearse si la repetición del fenómeno totalitario responde a una
formación de compromiso entre pulsiones o hace referencia a un conjunto
relativamente inmanente de funcionamiento, que sería una estructura.
Aunque esto no es un ensayo histórico exhaustivo, algunos elementos destacan
las marcas del autoritarismo en la conformación de la identidad nacional
venezolana.
Elías Pino Iturrieta (2017) documenta el surgimiento del primer caudillo en el año
1567, menos de un siglo de haber comenzado el proceso colonizador. La fecha
es además particularmente significativa en tanto en ese mismo año tenía lugar
un evento cívico de la magnitud que tiene la fundación de Caracas como capital
del territorio. Al acto de asiento de un lugar que sirva de eje para el tejido
nacional le corresponde otro acto insurreccional, entrópico, que delata las
fuerzas disgregadoras y los intentos de la prevalencia de los deseos aunque sea
de forma violenta….
El siglo XIX, una vez finalizada la gesta emancipadora, fue una sucesión de
levantamientos militares, golpes de Estado y redacción de constituciones de
todo tipo. Una sucesión de “condotieros” practicantes del abigeato y la exacción
marcaron un aspecto relacional dañino hoy, la depredación, como forma de
resolución de diferencias y conflictos. La civilidad, entendida como la conciencia
adquirida del compromiso y ventajas de ocupar la polis por parte de los
ciudadanos fue contradicha de manera insistente por militares de toda especie.
Repaso acá una lista incompleta de algunos de ellos: Páez, los Monagas,
Castro, Lara, Gómez, Pérez Jiménez….
Sin caer en teorías como las sostenidas por Francisco Herrera Luque (1980) la
comprensión de nosotros mismos necesita incluir el recurso a la autoridad y el
mesianismo como forma recurrente de organización.
Y SI EL TOTALITARISMO ES SÏNTOMA?
Hecho este breve e incompleto repaso de algunos aspectos resaltantes del
pasado histórico venezolano, se hace imperioso preguntarse por el valor del
totalitarismo como si de un síntoma psíquico se tratase. A que fuerzas
pulsionales obedece, que ansiedades yugula, que transacciones propone?
En términos genéricos, esta forma de organización política tiende a estar
encarnada en una persona, más que en una idea. A diferencia de la democracia
liberal, los regímenes autoritarios se vinculan más con individuos, o grupos de
ellos, que con ideas independientes. El totalitarismo viene asociado con un
“hombre fuerte”, una persona cuyas cualidades personales son alfa y omega de
su legitimidad, de origen y ejercicio, para el poder.
De forma variable, se ajustan al padre de la horda primitiva que Freud (1921)
describe.
A pesar de las tendencias sociales y políticas que intentaron hacer de Venezuela
un entramado de instituciones democráticas, en tanto mayores libertades y
derechos para todos, una buena parte de su población siempre se sintió
marginada en diversos aspectos de los beneficios que la democracia prometía.
Es decir, el grueso de la población vivía en una condición de orfandad funcional
frente a un Estado paternalista, inepto muchas veces para suministrar lo que
ofrecía.
La frustración crónica, la sensación de resentimiento acumulado dió muchas
veces paso a estallidos de violencia y funcionó como caldo de cultivo para el
oportunismo de políticos y militares con pretensiones de serlo.
Ello se conjugaba con el mito de ser habitantes de un país rico, en virtud de una
renta petrolera producto de estar sobre un mar infinito de hidrocarburos. Esta
fantasía, la de la riqueza como hecho dado y derecho por nacimiento, junto a la
disociación entre deseo y esfuerzo, solo magnificó las vivencias de frustración y
abandono por parte de los adalides de un proyecto político democrático.
Obviamente, lo anterior es un resumen de un proceso histórico mucho más
complejo. Tesis que pueden ayudar a entender la conformación de lo anterior
pueden encontrarse parcialmente en Herrera Luque (1982), Carlos Rangel
(1980) o Ana Teresa Torres (2009).
Es en este magma, en el que la inermidad e incertidumbre de la existencia son
la constante, que surgen y arraigan los proyectos totalitarios.
Por razones de brevedad, solo centraré este aspecto de mi análisi
Prometía, y probablemente creía, en todo un abanico de fantasías de vindicta
que reclamaban lugar contra enemigos internos y externos, sino también en un
destino glorioso, solo escatimado por estos mismos enemigos.La traición de sus
juramentos como militar, su tendencia compulsiva a la mentira, su amalgama de
dogmas del tipo “todo o nada” no fueron obstáculos para ser electo Presidente.
Los aspectos maníacos, semi delirantes, la insistencia de fantasías de ofensas y
venganzas por concretar, junto a la convicción de ser rico por derecho hallaron
eco, haciendo del síntoma en ese entonces un proyecto autoritario que amenaza
volverse estructura.
Y SI ES ESTRUCTURA?
La concepción psicoanalítica del inconciente sostiene que éste es por naturaleza
sintomático. Es decir, un juego constante de fuerzas contrapuestas con
equilibrios relativos y momentáneos que conocemos como síntomas. Pero
también se sostiene que algunos de estos síntomas, en la medida que persisten
en el tiempo, devienen en estructura. Esto es lo que permite hablar del “carácter”
o más recientemente en estructuras.
La concepción estructural en el psicoanálisis tiene una arista ominosa, en cuanto
a pensar aspectos del funcionamiento de la mente que son imposibles de
cambiar. Y ello a pesar del reconocimiento de cierta tendencia entrópica dentro
de toda organización psíquica.
Esto no está reñido con la concepción subversiva acerca de la ciencia
psicoanalítica y sus practicantes como quienes sostienen que es posible
introducir modificaciones permanentes en estas formas de entramado subjetivo.
Pero sabemos las fuertes resistencias que tal empeño implica…
Intentando establecer un lazo de lo anterior con un proceso histórico y social
como lo es la reiteración de los regímenes totalitarios, toca pensar si esto habrá
que pensarlo como estructura. Reconozco dentro de mí una objeción, una
resistencia interna a hacerlo. Habiendo sido educado dentro de valores liberales,
encarar el totalitarismo no como algo momentáneo sino como una posibilidad
permanente de organización entre ciudadanos despierta en mí el miedo a lo
siniestro.
Pável Gómez (2017,), cita a Foa y Munk (2017) quienes demuestran que la
democracia como valor va en retroceso en treinta países diferentes. Esto apunta
a que, contrario a lo deseado, la realidad política de la Humanidad puede
apuntar más hacia la autoridad que hacia el debate ilustrado de
en posición de cuestionamiento, al desgaste que supone dar cabida a todas las
voces en plano de igualdad.
Probablemente uno de los efectos más beneficiosos del psicoanálisis para con la
Humanidad fue contribuir a destronarla de aspiraciones altruistas como
manifestación de una esencia divina. De Freud a nuestros días, los
psicoanalistas hemos ayudado a vernos en nuestras miserias para poder darle
un matiz real a nuestras grandezas.
Y en cuanto al tema del totalitarismo se refiere, propongo pensarlo como una
manera de los pueblos de lidiar con asuntos vitales que tiene un precio
existencial alto. Pero que también indica que no hay un solo rumbo inscrito en la
manera de hacer acuerdos para compartir el espacio nacional en los pueblos…
PSICOANÁLISIS Y TOTALITARISMO, DOS VIEJOS CONOCIDOS:
“No vayáis, de que sirve hablar de psicoanálisis en un país donde todos
tienen alguien conocido en la cárcel?” (Arminda Aberastury, c.p.
Mannoni,1980)
La cita que inicia este apartado corresponde a un llamado que hacía la
prestigiosa psicoanalista Arminda Aberastury a sus colegas que viajaban a Brasil
para tareas formativas, en la década de los 60’s.
La Historia del psicoanálisis como ciencia y en su desarrollo institucional tiene
muchos puntos de roce con el advenimiento de regímenes totalitarios en
diversas latitudes del planeta.
El advenimiento del nacionalsocialismo en Alemania rápidamente tachó al
psicoanálisis de “ciencia judía”. Exigió la expulsión de todos los psicoanalistas
judíos y la “arianización” de la sociedad psicoanalítica alemana. Exigencia a la
que Freud accedió. (Gay, 2004)
Probablemente de forma inadvertida se inauguró de esa forma el alienar las
verdades científicas al contexto político imperante. Esto es muy pocas veces
considerado por aquellos que censuran la militancia política de algunos
analistas, o que consideran que la dimensión del poder y su uso se reduce a una
dialéctica de ansiedades esquizo paranoides…
En el marco del estalinismo la suerte del psicoanálisis no fue mejor. Tampoco lo
es en América Latina, escenario de toda suerte de regímenes de fuerza que van
desde la izquierda marxista al fascismo militar de derecha.
El ejercicio del psicoanálisis siempre ha sido visto con sospecha por los
dictadores en tanto es una búsqueda de la unicidad, de lo que hace a cada
quien irrepetible, y por ende cŕitico de sí mismo y de los demás. El psicoanálisis
es iconoclasta en cuanto a promover una denuncia de las idealizaciones en
tanto semblantes y la incomodidad necesaria de preguntarse acerca de lo que
otros dan por sentado.
Mientras el totalitarismo ofrece relevar el pensar por sí mismos a los ciudadanos,
el psicoanálisis se ubica (o debiera hacerlo) en la acera de enfrente.
No es que el psicoanálisis irrite a los dictadores porque éstos tienen serios
argumentos científicos para ellos. Los tiranos “ilustrados” hace rato que no
existen.
Lo cáustico del psicoanálisis es que convoca la libertad de pensamiento y
palabra como motores necesarios para que los resortes de la cura se tensen y
surtan efectos.
El conflicto inevitable estriba en cómo hacer esto en un marco en el que decir lo
que se piensa, y pensar lo que se dice puede conducir a la cárcel o al exilio…
Mientras el psicoanálisis requiere de la circulación de las ideas y su
interpretación, las dictaduras necesitan de un saber oracular, omnisciente
expresados en las peroratas interminables del líder del régimen.
En tanto los dictadores pueden hablar durante horas pretendiendo saber de todo
y de todos, el psicoanalista denuncia la palabra vacía para favorecer el
advenimiento de una verdad.
SIn embargo, la experiencia nos ha mostrado como psicoanalistas e
instituciones han lidiado con estos sistemas políticos. Acuciados por la
necesidad de supervivencia, muchos “escogían” cuidadosamente a sus
pacientes entre aquellos que no tuvieran compromiso político. O se
establecieron compartimientos estancos entre el ámbito de lo público y lo
privado. Algunos de estos artificios llevaban a “apartar” a quienes incomodaban
el estatus quo, o fermentar escisiones que tuvieron como pivote la ideología
como la de los grupos “Plataforma” y “Documento” (Langer,1972).
La “solución” de escindir el ámbito ciudadano del profesional tuvo
consecuencias. La pŕactica y la formación de analistas devino en escolástica, en
un hacer de cámara privada, sin vasos comunicantes con su contexto.
Y EN VENEZUELA QUÉ?
Si todo lo anterior ayudó a establecer que al psicoanálisis le va mal cuando una
dictadura se instala, toca volverse hacia Venezuela y su actual situación.
La práctica y formación de psicoanalistas también se ha resentido de la deriva
totalitaria venezolana.
Los psicoanalistas de todas las obediencias teóricas han experimentado el
efecto masivo de la emigración de pacientes y colegas. Para 2017 casi la mitad
del róster de las principales asociaciones de psicoanalistas había optado por
establecerse en otros países. Las dificultades en el acceso a libros, revistas y
fuentes de pensamiento analítico foráneo son crecientes. La asistencia de
analistas venezolanos a congresos internacionales es prácticamente inexistente,
dado lo oneroso que se ha vuelto viajar.
La hiperinflación brutal que el país experimenta pone en entredicho el hacer del
oficio analítico una fuente relativamente estable de sustento económico.
Como si fuera poco, la sanción de la ley contra “delitos de odio”, y la instalación
de “laboratorios de paz” (eufemismo para hablar de re educación al estilo
“Gulag”) se han constituido en severas amenazas para el ejercicio analítico.
SEGUIR HABLANDO DE PSICOANÁLISIS ALLí ?
Hacer inventario de las adversidades y los empobrecimientos derivados del
totalitarismo en Venezuela no es completamente malo. Hay algunas
consecuencias interesantes del proceso que vive el país en cuanto al
psicoanálisis:
1.- La distinción entre lo público y lo privado, entre psicoanalistas, se ha
redimensionado, es menos absoluta. Se ha vuelto cada vez más lícito pensar el
psicoanálisis en su incidencia dentro de lo que es común a todos. Ya el
consultorio o los institutos no son búnkers a prueba de la dimensión social sino
espacios interpenetrables.
2.- La idea de que el psicoanálisis y los psicoanalistas están llamados a
demostrar un valor ciudadano, es decir a incidir pensando lo público circula con
más facilidad y cala en miembros como en candidatos.
3.- La presencia de psicoanalistas en medios de comunicación masivos ha
dejado de ser vista con recelo y ha pasado a sentirse como corolario ético del
oficio…
4.- La inclusión de autores psicoanaĺiticos preocupados por la intersección entre
lo social y lo clínico es más frecuente en los programas formativos de nuevos
psicoanalistas, está dejando de ser algo marginal o mera curiosidad
bibliográfica.
5.- El tiempo y esfuerzo a pensar temas técnicos acerca de como mantener las
coordenadas distintivas de una cura analítica en este contexto ha aumentado. El
tema acerca de como sostener la ética del psicoanálisis en circunstancias que
obligan a modificar algunos términos del encuadre es objeto de reflexión y
estudio.
6.- La cualidad “parroquial” de las formas en que los psicoanalistas se nuclean
se ha vuelto menos preponderante en aras de encontrar formas de diálogo inter
institucionales. Esto especialmente gatillado por las amenazas comunes como
los “laboratorios de paz”. Las instituciones han depuesto actitudes
claustrofóbicas en aras de hacer frente común a las amenazas del régimen
(Comunicado público SPC, 2017)
7.- Hay más consenso en intentar difundir el uso reparador y puesto bajo el
dominio del Eros del lenguaje para mayor cantidad de personas. La neutralidad
dejó de ser fetiche, y la inermidad una alternativa.
A MANERA DE CONCLUSIÓN:
Todo lo escrito ha sido para demostrar la tesis esperanzadora que es posible
hablar y practicar el psicoanálisis en un país atenazado por el totalitarismo, No
ha sido neutro sino un intento de validar el ser psicoanalista como un agitador de
conciencias.
Sin embargo, la primera vez que abordé este tema fue en 2007 (Liberman,2007).
Hay alguien que pueda decirme porque diez años después sigue vigente?
Miami, 2018.
BIBLIOGRAFIA:
Freud, Sigmund: “Psicología de las masas y análisis del Yo” (1921), Amorrortu,
Buenos Aires.
Gay, Peter: “Freud: una vida de nuestro tiempo” (2004) Norton, Nueva York
Gómez, Pável: “La madre de todas las discusiones” (2017) en
www.prodavinci.com
Herrera Luque, Francisco: “Los viajeros de Indias” (1982), Monte Avila, Caracas
Lacan,Jacques,: “Seminario 17”, (1969), Siglo XXI, Barcelona.
Langer, Marie (1972) : “Declaración del grupo plataforma” en
www.marielanger.com
Liberman, Adrián: “El psicoanálisis y el totalitarismo”,(2007) T(r)ópicos, Caracas.
Mannoni, Maud: “La teoría como ficción” (1980) ,Crítica, Barcelona
Pino Iturrieta: “El primer caudillo” (2017) en www.prodavinci.com
Rangel, Carlos: “Del buen salvaje al buen revolucionario” (1980), FCE, México
Sociedad Psicoanalítica de Caracas: Comunicado Público,(2017) en
www.spdecaracas.com.ve
Torres, Ana Teresa: “La herencia de la tribu” (2009), Alfa, México