SPC

Del acting a la responsabilidad del acto

Rosa Apartin

Introducción

Dos afectos modernos, el aburrimiento y la morosidad, caracterizan al adolescente según Lacan. El mencionaba la intolerancia del joven para enraizar su deseo o su causa en un objeto que no sea el semejante idealizado. Intolerancia que resulta apropiada para un posible abordaje analítico.

Podemos decir que la adolescencia tiene que ver con la asunción de la responsabilidad de un sujeto sobre su palabra y su acto, hasta que social y jurídicamente sea reconocida en ese lugar. El adolescente demanda ser escuchado y reconocido como responsable de su decir. El hecho de no serlo trae aparejadas una serie de dificultades para el sujeto en la posibilidad efectiva de realizar su deseo, cuestión que no deja de tener consecuencias en la clínica.

El tema de no ser escuchada es, desde el inicio, uno de los motivos de la queja de Emma, quien demanda entrevistas para que el Otro la escuche y la convoque en su verdad particular.

Emma tiene 20 años, una serie de síntomas, que se le hacen insoportables, atraviesan su vida actual, dolores de cabeza frecuentes, angustia frente a los exámenes de su carrera universitaria, motivo por el cual se ausenta, a ello se le agrega el agobio de tener que cumplir con el ideal de sus padres, quienes esperan de ella el mejor rendimiento.

Lo que más insiste en la actualidad es el período terminal del cáncer de su madre, del que le diagnosticaron cinco años de vida y sobrevivió doce. Su deseo de vivir se anudaba a la educación de Emma, que no quedara sin una madre que la pudiera orientar en su vida. Esto le facilitó la creencia a de ubicarse como causa del deseo de su madre.

Podemos decir que Emma muestra una cierta inhibición marcada por su propia división como sujeto, entre lo que quiere y el sufrimiento que la sacude, entre lo que muestra y lo que cree que esperan de ella, entre lo que piensa y lo que dice, hay un malestar que se va constituyendo, como su queja inaugural y que, no obstante, la sostiene sobre todo en relación con la agonía de su madre.

Acerca  de su historia

Emma vive con sus padres en una vivienda que pertenece al edificio donde su padre trabaja como encargado. Ella nació en Canadá, a diferencia de sus padres que emigraron desde Uruguay por motivos económicos antes del nacimiento de la paciente. Al tiempo, su padre decide volver a Uruguay, extrañaba mucho su país, algo imperdonable para ella debido a la creencia de que ese fue el motivo desencadenante de la enfermedad de su madre.

Las cosas van mal en Uruguay y la familia decide emigrar nuevamente, pero esta vez a Buenos Aires. Su padre encuentra su actual trabajo y su madre terminará enfermándose aún más hasta llegar a su final.

Un recuerdo que se reitera de su infancia tiene que ver con la no escucha desde el lugar del Otro, se refiere a una escena donde su madre la lleva al baño debajo de la ducha de agua fría por su mal comportamiento para luego quedarse sin emitir una sola palabra, rasgo de identificación a la impotencia del padre, quien se queda en silencio en la vida y de quien dirá que es un desastre, que no tomó nunca precauciones para que su familia no pasara privaciones; de todos modos mencionará los momentos en que su padre la dejaba hacer todo lo que, por otro lado, su madre le prohibía.

Acerca de la dirección de la cura

 

Desde el inicio de las entrevistas Emma se mostraba reacia a hablar sobre sus dificultades para asistir a clase y dar exámenes en la facultad donde cursaba. Esta situación se reflejaba en “cierto bloqueo a la hora de examinarse que se traducía en la falta de memoria”.

La mediocridad y falta de brillo de su padre, quien sólo terminó la primaria y nunca se interesó por estudiar, se anuda en Emma con esta impotencia generada por el tema del saber: estudia sola, le cuesta ir a clase y escuchar el saber del otro, así como también exponer el suyo propio.

Cree que si sus padres se hubieran separado todavía continuarían viviendo en Canadá, la hace quedar entrampada en ese ideal infantil de aquel país donde nació y vivió sus primeros años.

La obligación de darle la medicación a su madre la agobiaba aún más, al poco tiempo de las primeras entrevistas empeora.

Se produce un encuentro sexual con el que será el padre de su hijo a quien conoce telefónicamente, durante una encuesta que ella realiza desde su ámbito laboral. El había regresado desde Londres hacía poco tiempo debido a la demanda de sus padres, dado que allí consumía drogas. De ese encuentro sexual Emma queda embarazada, termina de convencerse recién transcurso el cuarto mes.

Las equivocaciones de los médicos respecto de su madre se articularon alrededor de la muerte. Las equivocaciones respecto al embarazo de Emma también se dieron pero, esta vez, respecto de la vida, una ginecóloga sin revisarla le diagnosticó estrés como motivo de la ausencia de menstruación. La intervención de la analista frente a este acting del encuentro sexual, ligado a una falta de cuidado y un no querer saber sobre sus consecuencias la llevan a implicarse aún más sobre su participación de lo que le sucedía. Muerte y vida anudándose en torno a su sexualidad. Emma a las puertas del duelo por su madre agonizante, y a la vez gestando la vida de su futuro hijo, no dando lugar a la diferencia entre ser hija y ser madre.

Se lastima la muñeca de una mano “en un acto de impotencia frente al empeoramiento de la enfermedad de su madre”, dirá. La caída del deseo de la madre ya no tenía función de ser para Emma, caída narcisista rompiendo su imagen en el espejo, aquella que había sostenido a su madre para la vida. La paciente falta a sesión y llama para contarme lo sucedido. Llamado al Otro que encarna la función paterna, será necesario como analista operar en respuesta a este llamado. Es necesario dar alojamiento al objeto que se muestra allí, para que el trabajo analítico tenga lugar, y esto pone en juego el deseo del analista. La invito a hablar en su sesión sobre lo sucedido, dado que ese era el lugar donde se la convocaba para hablar, dentro de una clínica de lo imposible de decir, porque implica un resto más allá de la palabra. El acting se inserta allí donde falta un significante. En este caso el acting viene del resto de lo que Emma era como objeto a, no tenía lugar en el Otro y buscaba encontrarlo. Dicho acting muestra a la analista que ella es a para el deseo del Otro y que eso es lo caído por su madre que la dejó afuera. La analista es responsable al ofrecerse a la transferencia de estirar la mano a la paciente para no dejarla caer.

Al poco tiempo de morir su madre, la paciente comienza a evidenciar los primeros signos de su embarazo, el encuentro con el médico que será su obstetra la confronta con la verdad que ella se negaba saber, tenía casi cinco meses de embarazo, si abortaba corría peligro su propia vida, su decisión de tener al bebé a pesar de la huida de su partenaire se había consumado.

En la dirección de la cura, luego de haber reconocido el acting de la paciente, manifestando la verdad proveniente del campo del Otro, una madre muriéndose, un padre caído que no interviene, es, en ese campo de alineación, donde se recorta el objeto que sitúa virtualmente las coordenadas del acto analítico, alivianando a la analizante del objeto que la analista toma sobre sí. Transformación misma de esa suerte de objeto semblante que el acting aisló y que, a todas luces, causa el deseo de la sujeto.

A partir de ese momento, la lógica de la cura viró hacia la confrontación de Emma con su deseo de ser madre discriminándolo de un mero capricho, un juego de muñecas, tratando de darle un lugar a su hijo desde el deseo de tenerlo, libidinizándolo, diferenciando su lugar de mujer, de madre y de hija. Pasaje, umbral, el sujeto quedará a las puertas del acto, tal como tener un hijo con la responsabilidad que ello implica. Emma toma la palabra.

La confrontación con la caída del Otro, el enfrentamiento con su falta y sobre esta falta asumir la propia, y desde este punto tomar la palabra, sin dejar de tener en cuenta ese agujero en lo real que provocó el duelo por su madre muerta. Como nos dice Lacan en Hamlet “es el sistema significante en su conjunto el que resulta cuestionado por el menor duelo”.

Por último, Emma acude a una entrevista con su bebé para mostrarme el lugar de causa de su deseo en este momento de su vida. Se pregunta cómo darle un lugar en su casa, cómo ubicar las pertenencias del bebé, su cuna, sus juguetes, el modo en que se organizará con su trabajo, con su estudio, su cotidianeidad.

Como últimas reflexiones, podemos decir que la ética del psicoanálisis conduce a un sujeto a hacerse responsable de su deseo, en este caso tratándose de una adolescente, las dificultades aparecen, a pesar de tomar la palabra y hacerse responsable de sus actos, en que Emma no es independiente ni jurídica ni económicamente, hablando de otras cuestiones centrales de la vida, dado que vive en la casa paterna con su hijo y recibe ayuda de su padre.

A pesar de ello su deseo de independizarse y tener su propio hogar con su hijo, está puesto en juego con miras a lo que espera de su vida.

 

Rosa Apartin

[email protected]

 

Bibliografía

 

  • Lacan: “Hamlet un caso clínico”
  • Lacan seminario  La angustia”inédito
  • Lacan seminario “El acto psicoanalítico” inédito
  • Lacan “El despertar de la primavera”  intervenciones y textos 2
  • Miller: Jacques Lacan “Observaciones sobre su concepto de pasaje al acto”
  • Cottet: “La adolescencia como entrada de la vida en el tiempo” Registros Psicoanálisis y adolescencia

©elSigma.com

 

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