La certeza no es la creencia; uno puede creer en algo sin que esto sea cierto. Se puede tener una certeza, sin tener una evidencia clara, inapelable, pero para mí puede ser cierto. Entra aquí el planteamiento del saber y el de la duda reflexiva.
También es cierto que nada es más incierto que esta certidumbre usual. Nos amparamos en la lógica para sostener que algo es cierto. Pero resulta que no todo lo lógico es cierto, ni todo lo cierto es lógico. En el transcurso de nuestras vidas las certidumbres vienen y van y la palabra cierto, es el refugio de la denegación e incluso de la renegación: “ya lo sé que es incierto, pero aun así…”.
La certeza no es la mera aseveración de algo, sino la exposición del sujeto a una experiencia conflictiva o a un déficit, contrastante de dicha aseveración.
Hay que tener presente que “La afirmación primordial”, es lo anterior a toda creencia o a todo juicio de existencia, algo que si es objetado, pone inmediatamente de relieve la imposibilidad de hacerlo, salvo que esté psicótico y tenga la certeza de que es así, pero aun así y a pesar de la psicosis, hay afirmaciones que no podemos desestimar, es imposible dudar de que existo o de que exista el mundo. La llamada certeza del psicótico llega hasta los límites de su agujero forclusivo, a menos que se caiga en la incertidumbre de la nada, situación que plantea un deterioro profundo de la psique.
La certeza no es un paradigma donde sostenerse, sino un paradigma que desaparece en la medida en que una presuposición afirmada, es trastrocada por la experiencia y convertida en algo diverso, pero que jamás se alcanzaría sin que se sancione, convalide o rectifique la puesta en certeza, de lo que la configura.
Esto hace que la certeza no es una cadena de enunciados, sino lo que subyace como enunciación a los enunciados. Estamos en los niveles de lo dicho y el decir que subyace al dicho. La certeza planteada como intuitiva, no es más que una idea que consiste en complementar esa idea con otra, lo que es tan sólo un entre-dicho. El estar entre dos aguas donde la incertidumbre sostiene la certidumbre, lo que plantea un equívoco que sostiene muchas voces, que no son más que un eco del decir. La certeza aquí radica en lo dicho, verdad que lo desborda traumáticamente y que se impone más allá de lo que el sujeto suponía saber. La mascarada de la intuición vela el decir si no hay reflexión.
“La Duda reflexiva”, cuestiona la intuición, que es algo a medias. Esto nos hace pensar en lo dicho por Jean Cocteau: “Un vaso medio vacío de con es también un vaso medio lleno, pero una mentira a medias, de ningún modo es una media verdad”.
La “certeza” es, según Wittgenstein, una suerte de trasfondo que interactúa constantemente con la “creencia” y con el “saber”, lo que agregamos “la duda reflexiva”. La certeza, por tanto, se torna imprescindible en el desarrollo del pensamiento, los afectos y la acción.
En nuestra vida cotidiana no estamos al tanto de “que nos podemos equivocar” en lo que respecta a nuestras “certezas”, es decir, aquellas cosas que consideramos como indiscutiblemente ciertas y, en consecuencia, como dadas a priori. No nos planteamos que nuestra certeza puede ser objeto de re-significación por las circunstancias que me involucran.
Dudar de las “certezas” dentro del campo de nuestra práctica, mostraría una “falla en el dominio de la técnica”. Lo que no angustiaría, pero “La angustia no es la duda, la angustia es la causa de la duda. Actuar es arrancarle a la angustia su certeza”.
Dudar de las certezas devendría en sinsentidos, que a través de a duda reflexiva nos lleva por nuevos caminos ante nuestra certeza. Nadie está ungido con el saber de lo cierto. En el Psicoanálisis y en otras cosas no hay el saber último ni el poseedor de la verdad.
Con la “creencia” ocurre todo lo contrario en tanto que ella implica la posibilidad de equívoco, constituyendo en sí misma una suerte de hipótesis a demostrar. Pero para que la “duda” resulte significativa debe existir la “certeza” de antemano. Es decir, se necesitan razones para dudar y es por ello que cuando éstas no existen la duda no tiene cabida, ya que el escepticismo no tiene lugar y origina los sinsentidos. Sí bien la sabiduría comienza con la duda, el ser escéptico a ultranza nos lleva por el camino de la desconfianza.
La “duda reflexiva” se diferencia de aquella que cuestiona los fundamentos básicos de la inserción en la sociedad, necesarios para un tránsito en la vida. Por tanto, en la “creencia” se reconoce una posibilidad de equívoco, pero ésta posee un límite constituido por la “certeza”.
¹Dr. Indalecio Fernández Torres.
Médico-Psiquiatra-Psicoanalista.
Miembro Titular de la IPA, FEPAL y Sociedad Psicoanalítica de Caracas.
Miembro invitado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid.