Sociedad Psicoanalítica de Caracas

BLOCK DEL ANALISTA/ HABEMUS FALTA. INDALECIO FERNÁNDEZ¹

La Falta e Objeto fue uno de los desarrollos de Lacán, en su seminario de 1956-1957, las “Relaciones de objeto y las estructuras freudianas”, el cuál desde el Psicoanálisis Contemporáneo haremos una valoración crítica desde mis desarrollos personales.

La falta viene a designar la falta del significante en el otro representativo (la función materna), lo que trastoca el juicio atributivo y el juicio de existencia del que nos hablaba Freud. Lo que se da, porque algo no fue constituido en su inconsciente, existiendo un vacío o porque  fue desactivado, ya que lo que antes estaba ahora no está.  Esto nos indica que en los juicios atributivos, algo siempre va a faltar, por carencia de quién atiende el llamado,  así que en lo que toca a la atención de la necesidad o de  la demanda algo nunca se inscribió o fue  desactivado.

En todos los seres humanos el significante faltante es, entonces, parte de su constitución.  Esto da pie decir que el sujeto, se va trazando por lo atribuido o lo no atribuido o lo desactivado.  Lo que constituye al sujeto como un sujeto dividido.  Es esto lo que dará existencia al sujeto que tendrá un agente que es el yo. Esta falta constitutiva da pie a la constitución del deseo y  establece diferentes dimensiones de la relación del sujeto con el deseo.

El objeto faltante, por su parte, se deduce a partir de la forma de la falta, que se introduce en el sujeto. El sujeto es aquí sujeto sujetado a la acción del otro significativo, que actúa por omisión o por defecto.

El otro significativo, tiene una dependencia estructural,  ya que es el que va a instituir las formas de la falta, la cual es padecida por el sujeto.  El objeto faltante es producto de este vínculo con el sujeto. Y es parte de la estructura de cada quién.

La Función materna, en tanto agente simbólico,  es aquél que puede responder, o no, al “llamado”.  Al responder, la necesidad es transformada en demanda, introduciendo en aquella, la discontinuidad del significante que crea  la falta y  hace que el objeto pierda su especificidad.

Es justamente la presencia-ausencia del otro significativo, lo que constituye al agente de la frustración en cuanto tal.  El par presencia ausencia, connota la primera constitución del agente de la frustración, que en el origen es la función materna.

Para Lacán, la falta de objeto puede manifestarse de tres modos específicos: La Frustración, la Privación y la Castración.

Recordemos que de las tres formas de la falta, solo una es de neta raigambre freudiana: la castración. La frustración, en cambio, es tomada de las teorías post-freudianas de la relación de objeto, y la privación de las teorías E. Jones.

“La frustración”, se plantea desde el término freudiano de Versagung, que significa renuncia,  o  la anulación de una promesa.

La frustración tiene dos vertientes, una asociada al autoerotismo  que permite la delimitación del objeto pulsional,  por el otro significativo.  El otro significativo adquiere una  función  como objeto de amor-odio,  por la continuidad o discontinuidad del significante, asumirá una u otra función, objeto de amor u objeto de odio.

Es el empuje pulsional el que puede generar la falta, que se genera por participación de ambos pares (madre-cría), pero al no llenar su cometido, deviene en frustración para el demandante y por lo que el otro significativo la madre, pasa a ser objeto de rechazo o repudio.

La Función materna, en tanto agente simbólico, es aquél que puede responder, o no, al llamado.  Al responder, la necesidad es transformada en demanda, introduciendo  en aquella, la discontinuidad del significante y la pérdida de especificidad del objeto.  No hay un objeto que sea el que lo satisface todo y llena la falta.  Es justamente el par presencia-ausencia del otro simbólico,  el que  constituye al agente de la frustración en cuanto tal.

Es importante precisar que,  lo que importa no es la presencia-ausencia del objeto, sino la presencia-ausencia del otro simbólico materno. Como hemos dicho, es el par presencia ausencia, el que connota la primera constitución del agente de la frustración, que en el origen es la función materna.

Ahora bien, en la medida en que esta presencia ausencia se estructura como diferente del objeto, es decir, la función materna pueda responder, o no, ella deviene una potencia en tanto es de aquella de quien depende el acceso a los objetos. El objeto pasa a ser un signo de su presencia.

El estar alienado en la atención de las necesidades, constituye la represión primordial por no poder, articularse al llamado.  El efecto de la represión primordial,  es ese retoño que es el deseo, que se inscribe en la falta.   El llamado no es demanda de satisfacción, sino demanda de la presencia o ausencia del otro significativo como agente. Esta dualidad presencia ausencia del otro significativo abre  la dimensión del deseo, no sólo por no estar, sino porque estando no hace presencia.

El objeto de amor-odio es el objeto primordial, que como agente brinda objetos,  responde según sus posibilidades, lo que generará el deseo.

La frustración, es la que abre el acceso a la anulación de la satisfacción del objeto, lo que puede devenir en sufrimiento.

En la frustración, la falta es un daño en la constitución de la vertiente imaginaria, un daño narcisista, donde el objeto de la frustración es la representación materna.

“La privación”, por su parte, implica una falta del otro significativo. Un agujero o un vacío representativo.   Este pasó por la privación, es fundamental para pasar a la castración.

La privación materna, abre la dialéctica de ser o no ser el objeto que obtura dicha falta.   El enigma del objeto, que se le plantea al deseo materno puede implicar el paso a  la castración o no a la castración.  El grado de privación de quien ocupe la función materna determinará la desestructuración de del otro de la necesidad o la demanda.

La respuesta que se genera al enigma del deseo,  es la vivencia de angustia. Para Freud, la angustia, tiene que ver  con la falta;  algo nos falta y nos angustiamos.   Para Lacan,  tiene que ver con algo que no hemos dado por perdido, a lo que no renunciamos;  algo, que no hemos aceptado como imposible.

Una percepción que se presenta  como extraña, angustiante,  por  inasimilable para el juicio, es la confrontación con el “no hay”.  ¿Qué es lo que  no hay ?.  No hay  complementariedad,  no todo es previsible,  no hay seguridad  en nada.  Siempre algo faltará.

Entonces  asumir “la castración”,  supone reconocer imposibles, como es imposible evitar la muerte, imposible  que exista una relación  de completitud, el que no todo es previsible.  Lo que hace imposible, la seguridad de eludir la enfermedad,  la vejez y el paso del tiempo.   La angustia aparece cuando una pérdida nos escenifica eso, cuando  una percepción  cualquiera,  que puede haber estado presente pero,  ignorada  hasta entonces,  nos confronta con ese “no hay”.  No es tan solo  la falta, que también produce angustia, sino también la negación de esa falta.  Lo que hizo decir a Lacán, “falta la falta”.  Lo que en términos freudianos  es   la negación de la castración.

El psicoanálisis plantea, que la castración no termina de asumirse nunca, y que por ello,  una dosis de angustia  forma parte del vivir; nos angustiamos porque estamos vivos.

El Ser humano es una unidad psico-somática que espera trascender como tal, pero dicha unidad por las circunstancias que lo acompañan se ve afectada en su interacción.  La falta designa principalmente una falla del ser.  Lo que se desea es el ser mismo.  El deseo es una relación del ser con la falta. La falta es la falta de ser, propiamente hablando. No es la falta de esto o aquello, sino la falta de ser por lo cual el ser existe. Por lo tanto el ser lo que se es, refiere a “la cosa freudiana” a la unidad psico-somática.

¿Cómo es el goce en la maternidad y para qué sirve?.  El goce de la maternidad se acerca a ese borde real de otro modo que en el hombre. Un goce de la vida que hunde sus raíces en el desamparo, el que relata la fragilidad en la que queda, aunque haya recuperación narcisista, una mujer al ser madre. Ese goce de la vida le fue inoculado al niño a través de lo que llamamos sentido, sentido con el que madre hace interpretación de lo que le ocurre a su bebé, le anticipa con ese sentido un ser que él no tiene y que deberá perder. Algo de esto le quedará al niño como producto del nacimiento de su propia sexualidad.

Cómo una madre entrega su falta será correlativo aunque equivoco con cómo el sujeto “reconoce” su deseo, es ese deseo del otro que se impone reconocer, dado que la experiencia de la castración y del deseo comienzan con el hecho de reconocer que la madre no lo tiene, se inicia por el conocimiento y reconocimiento de la falta en el Otro.

 

Por un tiempo el niño “será” lo que la madre desea y así lo investirá fálicamente, y es por esa fuerza que “su majestad el bebé” produce en las madres la sensación de querer devorarlo, esa erogeneidad oral propia de la mujer estará articulada a la demanda incoercible de darle de comer, de darle el pecho. La madre ama-manta a su hijo, y en ese acto pierde el pecho para que siendo del niño también pueda perderlo, que haya secesión, ritmo, alternancia y suceda allí que el bebé pueda separarse del objeto, mirar a la madre, gorjear, jugar con él. Comienza entonces a perder “la cosa”, algo del goce interno se expulsa y la pulsión inicia su tour, hay mirada, hay voz, hay oralidad y hay pulsión anal y al avanzar la intrincación “la cosa” deviene Otro.

¹Dr. Indalecio Fernández Torres.

Médico-Psiquiatra-Psicoanalista.

Miembro Titular de la IPA, FEPAL y Sociedad Psicoanalítica de Caracas.

Miembro invitado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid.

 

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