Translúcido (Thin Walls, 2017)
Es una película que cuenta la experiencia de Rubén, un inmigrante ecuatoriano que vive en Nueva York y fue diagnosticado con cáncer de páncreas terminal. En medio de su dura realidad, Rubén decide terminar antes con su vida. Este film ofrece la posibilidad de reflexionar sobre un momento difícil, cómo sería el vivir con una enfermedad terminal, enfrentar o evadir el dolor de una muerte inminente. Dirección y guión: Leonard Zelig. Elenco: Roberto Manrique (Rubén), Leonard Zelig (Leo), Marisa Román (Federica), Miriam Pinedo (Maggy), María Elisa Camargo (Celeste), Andrés Crespo (Raúl), Erin Fogel (Beatriz), Diego Mignone (Salomón).
Leonard Zelig, director de la película Thin Walls (título para Esta- dos Unidos), trajo un proyecto creativo, apostando por una modalidad de producción alternativa, con riqueza en los diferentes ámbitos artísticos y técnicos que se perciben en la lograda fotografía, estética sofisticada y una banda sonora atrapante. Riqueza también, en la manera de afrontar en una especie de organización colectiva los costos generando previamente, el film, para luego ser ofrecida la producción a varios interesados. No en vano Leonard Zelig toma su nombre artístico de aquel personaje célebre de Woody Allen, quien podía ubicar de forma neurótica casi cualquier rol y de manera camaleónica iba transformando su personalidad, atravesando los contextos históricos más disímiles. La película Zelig, es una de las obras más innovadoras del Allen creativo, quien introdujo técnicas de envejecimiento del film (pisoteándolo) e incluyó al protagonista en escenas de documentales históricos. De tal manera Leonard Zelig, nuestro director, juega desde el nombre, pero muy seriamente nos introduce en un complejo viaje para analizar uno de los motivos más enigmáticos de la humanidad, el paso a la muerte. Digo el paso a propósito, porque la entrada más allá del umbral no la podremos conocer ni hablar de ella. Sólo de su antesala, que se inicia por lo general con el llanto neonatal (luego, es esa otra discusión).
De Thin Walls a Translúcido
Hay un proceso migratorio, más allá de las traducciones. El de un cineasta venezolano que se instala en los Estados Unidos y filma desde allá, con el pensamiento y la creatividad, del considerado joven promesa del cine venezolano. Paredes delgadas y translúcido, son palabras que hacen referencia a la sobredeterminación de la vulnerabilidad, de la fragilidad de la vida, de lo finito que es el límite entre la vida y la muerte. Pero también, de la aproximación a la psique (alma para los griegos) es decir, aquello inmaterial que consideramos único reservorio de la subjetividad de cada quien. Es a partir de lo que escucha a través de aquellas paredes delgadas, que Rubén comparte con Maggy sus memorias acerca de las nimiedades de la vida cotidiana de sus vecinos que sin embargo, son de conmovedora fuerza y apego vital, pues muestran la singularidad de aquellos que como referencia de sí mismo, dan cuenta de quién es él. Cuando defines a otro, en buena medida, en las palabras, los gestos, las muecas con que lo haces, estás mostrando y reconociendo quién eres. Cuando defines a otro, también ese acto de relatar te define. En el caso de Rubén, la elaboración de lo que para él representan las inteligentes y agresivas discusiones de la pareja vecina, los ejercicios vocales de la cantante de ópera o los sonidos del orgasmo de otra, son los trozos de vida que entrega con fruición a Maggy. Son los detalles que regala, como en muchas situaciones ese día, con una generosidad que causa reflexión: ¿Será acaso una manera de seguir viviendo más allá de su propio fin vital?
Translúcido: un cuerpo que deja pasar la luz, pero no permite ver de forma nítida los objetos a través de él
A diferencia del sonido en paredes muy finas, la luz sólo atraviesa en la imaginería popular a los espectros, los fantasmas, los muertos, a los que se les suele representar translúcidos. También el film, como muchos materiales, representa un cuerpo que permite que la luz le atraviese parcialmente, generando una imagen que, aunque la vista nos engañe, no es totalmente nítida.
Rubén tiene un secreto y le dice a Maggy: “Tengo cáncer de páncreas. Terminaré mi vida esta noche”. Luce tranquilo, relajado y seguro. Maggy, quien ha contado algo que le ha dolido profundamente (haber dejado morir a un bebé), escucha sorprendida aquella declaración extraña, de la cual escapa y entra, mediante un chiste: “¿Quién se quedará con el apartamento?; Rubén: “Es lo único en lo que no he pensado”. Ambos ríen, pues ese chiste muestra la aceptación y la paradoja inconsciente, este hombre afortunado, pronto será cadáver y la vida seguirá sin él.
Aunque Federica, en un recurso de adelanto del tiempo narrativo, aparece en una escena previa decepcionada (tal vez celosa) de lo que ella considera el cliché de Rubén (que en la película se muestra luego) quien ha encontrado el amor de su vida (claro, si pensamos que durará menos de 24 horas, no es descabellado). Una enfermera que puede asistirle en su proyecto final. Ser objeto amoroso y acompañante en una muerte dulce, o al menos apacible, mediante una sobredosis de heroína.
En el primer cuadro de la película vemos a Rubén frente a una pantalla de edición digital, hablando para alguien, tal vez un niño o una niña, organizando pequeños parlamentos para ser vistos a lo largo de la vida de ese ser. Ha pensado en mucho. Tal vez ha pensado desde el deseo omnipotente de inmortalidad que anida en el ser humano. Podemos recordar a Melanie Klein, psicoanalista, quien en 1935 acuñó el concepto de defensas maníacas del Yo temprano, como una tríada de control omnipotente, triunfo y desprecio, para negar la realidad psíquica, el sufrimiento y la intensa ansiedad y culpa, que genera la masiva sensación de pérdida del objeto. Rubén niega a través de este grandioso proyecto fílmico, que estará muerto, que no tiene hijos, que la enfermedad que lo ha alcanzado promete un desenlace doloroso, agónico e impredecible frente al que se planta y desafía al irse antes de que se complique.
Luego, en una interesante vacilación, por momentos Rubén luce oscilante entre el disfrute de la luz y la naturaleza desde una cornisa que por momentos, parece un borde del cual puede lanzarse en acto suicida. Es ese el ambiguo panorama que nos pone el director frente a los ojos: Enfermedad terminal, que sigue un curso que la ciencia plantea inexorable, y convierte en cifras, tantos meses con este procedimiento, tantos otros si es invasivo mutilante, la agonía será dolorosa. Por otro lado, la posibilidad de acortar ese tormento, provocando un desenlace rápido y sin dolor que conduce a la muerte “antes de que ya no pueda decidir o hacerlo de forma independiente”.
Está servido el plato
El dilema es atractivo, aunque recuerdo hace casi veinte años a un querido profesor, psicoanalista argentino en tránsito fecundo por Venezuela, Augusto Robatti, que ante el dilema había que considerar la salida no dilemática. Es decir, poder romper la lógica binaria, asunto que me propongo, poniendo en duda que trate de matarse antes o morir de dolor un poco después.
La pregunta sería: ¿Es un acto de vida poner fin a ésta?, a lo cual responderé que no siempre. Si se trata de un impulso, una resolución pasional, un acto intempestivo evidentemente que todos acá concordarán que se trataría de un acto suicida que llamaremos sin sujeto es decir, desprovisto de un sujeto que piensa, elabora sobre tal resolución. Podemos considerar que es un síntoma de melancolía, depresión. Mientras que si la resolución de finalizar la vida de manera programada y autodirigida es producto de la ponderación, el pensamiento y la reflexión subjetiva, es posible que sí. Pero
¿cómo diferenciar tal elaboración en los casos en que no hay un cáncer diagnosticado como terminal? (que por cierto no es el caso del personaje Rubén).
- Pensemos en un sujeto que ha sufrido por años de tetraplejía (por ejemplo, Ramón Sampedro, que dio origen al film Mar adentro de Alejandro Amenábar, ganadora del Oscar y protagonizada por Javier Bardem), quien cansado de vivir sin movimiento físico, y considerando que había vivido y viajado lo suficiente, con su intelecto de escritor, pidió durante muchos años sin lograrlo, ser autorizado para ser asistido legalmente en su deseo No fue autorizado, aunque una amiga le ayudó a morir, so pena de ir a la cárcel, que evadió por falta de pruebas, algo en lo que insiste Federica con los amigos Salomón y Maggy, quienes por momentos y en medio de la conmoción, pierden noción del riesgo de incriminación. Es ilegal, ¿pero es ilegítimo?;
- Más aún, otros casos de sufrimiento crónico, emocional, trastornos psiquiátricos de larga data, que atormentan a un nivel terebrante y que pueden desencadenar una resolución como la de Rubén, sostenido en el argumento de un sufrimiento incurable que sólo es posible cegar con la muerte, como en el caso del suicidio de la pareja de Nathan y Sophie, en La decisión de Sofía. Ella presa de culpa irreparable, melancólica, por haber elegido la vida de un hijo a costa de la del otro, y él, esquizofrénico, deciden poner fin a su vida, en lo que incluso puede ser parte de un elaborado y reflexivo plan final.
- Incluso en el caso de las enfermedades “terminales”, como otras que en el tiempo lo fueron, y luego han conseguido ¿Cómo pensar y no doler la muerte del escritor Reynaldo Arenas (vida llevada al cine en la película Antes que anochezca, 2001, de Julian Schnabel), quien es asistido en su decisión de morir, por un gran amigo, antes de sufrir el incremento de los estragos del SIDA? Hoy día, enfermedad con la que es posible vivir gracias a los avances científicos.
Más allá de consideraciones militantes del movimiento pro-eutanasia (a favor de maniobras activas para lograr el bien morir), paliativas (aquellos que dirigen sus esfuerzos a hacer menos penoso el proceso de muerte) o conservador (quienes se encuentran opuestos a intervenir en el trance de muerte). Creo que el film Translúcido, nos plantea una decisión de vida elegida por Rubén quien, a pesar de la resistencia respetuosa de sus amigos, va mostrando en diálogos con reminiscencias de talante analítico, la firme voluntad de poner fin a su existencia. Tal vez en el camino no encontró otro interlocutor que le ayudara a dudar más sobre su decisión, un psicoanalista u otro interesado en profundizar en su concepción de quién es Rubén.
El Film nos expone al hombre-Sol, es decir radiante, espléndido, disfrutando siempre al máximo. Pero al mismo tiempo, con cierta intolerancia y dificultad para sostenerse en el vínculo (incluso consigo mismo), cuando surgen los impases propios de las relaciones. Allí le expone a Celeste la metáfora del frontón, aquella pared que divide a dos tenistas que juegan aislados. En un instante, Rubén se descubre en su aislamiento afectivo, esas barreras invisibles que no son tampoco casualidad en la definición del personaje.
En diversos momentos, Federica, Salomón, Raúl, Celeste, la Madre quieren tener respuesta de un Rubén que se extravía. Desaparece, podemos pensar que producto de la dificultad de mostrarse incompleto, fallido, doliente, triste. Rubén muestra alegría dispuesta, siempre lista. Para el próximo click. Obturación que capta el ideal máximo del imperativo a la felicidad. Cuán pesado, puede ser ese ideal. Cuán difícil por tanto tolerar ser el sol que se apaga lentamente (tomando la canción de la banda sonora: Yo era el sol), es decir que se atenúa, intermitente, sol negro, sol hueco, oscuridad doliente. Justamente en los ideales del Yo, encuentra su trabajo más fecundo la labor psicoanalítica posible.
Salomón, a mi juicio, es el amigo que representa la angustia de separación de quienes se sienten arrastrados y peligrosamente identificados (sin barreras, o tabiques por instantes) a mantener vivo al enfermo como prueba de amor, aún a costa del sufrimiento del otro.
Raúl, impresiona representar un aspecto racional (y a veces hace uso del pensamiento mágico como la plastilina curadora o los heladitos alternativos) puede acompañarlo desde la incomprensión de la decisión, y en función de la alteridad es decir, de la aceptación de la discriminación con Rubén. Él y Rubén se quieren, pero no son la misma persona, no piensan igual.
Federica y Maggy impresionan aspectos disociados de la figura femenina. Federica será sin saberlo, en el proceso de muerte, la destinataria del proyecto de descendencia de Rubén, confidente, protectora, aspecto querido, pero no deseado. Mientras que Maggy, representa el amor de la vida, pasional, que se escapa con la enfermedad y que finalmente, evade en la huida a la muerte que Rubén establece de forma irremediable.
Curiosamente, la madre queda excluida. Repulsa la decisión de Rubén y este, a cambio, no responde su llamada. Ella lo mantiene vivo, objeto demandado, y él en cambio, ha resignado su encuentro por el de la muerte. Vía transferencial, la madre aparece encarnada en la instructora holística, un personaje que requiere detenimiento, pues la contención y actitud bondadosa pueden generar confusión en cuanto al rol que cumplen las creencias místicas, los credos religiosos y sus certezas. El peligro de la sugestión tranquilizadora: “Tú tienes el control, puedes hacer lo que quieras”. Pero,
¿Será importante cuestionarse lo que se quiere en un momento dado?,
¿Será por eso que es tan importante que la decisión se cumpla antes de la medianoche?, ¿Antes de que se rompa el hechizo de la sugestión holística?
Rubén muere a la hora que determina, le gana una última partida en el lance de la castración máxima a la muerte. Es él quien establece la hora. No será más objeto de la incertidumbre, no esperará más con miedo, no tendrá más expectativas, pero tampoco oirá a los vecinos aullar, cantar o pelear. Él mismo no podrá amar en vida.
La ética psicoanalítica propone un lugar diferente a la ética médica. Esa diferencia estriba en un lugar que sostiene la búsqueda de la verdad del sujeto que se analiza. Esa verdad puede conducir por derroteros que no circulan en la senda de la ética social o la ética de la medicina. Sin embargo, el tiempo ha ido abriendo giros que pueden cambiar lo que hoy tenemos por cierto. ¿Quién sabe si un día, la humanidad viva con la certeza de su día de defunción?
Zelig, con su Translúcido film, nos alienta a vivir con la conciencia de la muerte, pues esta verdad ayuda a acercarnos a vivir plenamente aquí y ahora, no siempre felices sonrientes. Al mismo tiempo, nos recuerda que la verdad sobre la vida y la muerte es un asunto para pensar y, como con la película plantea, tomar cada quien su propia decisión.
Referencia bibliográfica
Klein, M. (1935). Contribución a la psicogénesis de los estados maníacos depresivos.
Obras completas, Vol. 1. Buenos Aires: Paidós, 1990.