Sociedad Psicoanalítica de Caracas

MACBETH. Comentario por Ana Teresa Torres (2017)

Macbeth

Comentario por Ana Teresa Torres (2017)

 

Macbeth (2015)                                                                                            Es un filme basado en la obra de William Shakespeare, escrio por Justin Kurzel. Macbeth es un noble guerrero escocés reconocido del siglo XI, quien imagina haber visto a tres brujas profetizar que un día él sería el rey de Escocia. Por lo que decide conspirar para matar al rey Duncan, y así toma el trono. A partir de ese momento, busca mantenerse en el poder por sobre todo, comete asesinatos y traiciones que se despliegan en una dramática tragedia. Dirección: Justin Kurzel. Guión: Todd Louiso y Jacob Koskoff. Elenco: Michael Fassbender (Macbeth), Marion Cotillard (lady Macbeth), Sean Harris (Macduff), Paddy Considine (Banquo), Jack Reynor (Malcolm), Elizabeth Debicki (lady Macduff), David Thewlis (rey Duncan).

 

De las varias versiones de Macbeth que conozco esta es la que me parece más cinematográfica, en algunas escenas la imagen habla más que el texto, o acompaña muy bien al texto.

El filme comienza con el entierro de un niño, el único hijo de la pareja. Este elemento no forma parte de la obra de teatro, que comienza con la escena de las brujas, y su importancia en el drama después se hará evidente. Pero, de entrada la encuentro significativa, marca un duelo que podría registrarse en la dinámica que luego se desencadena; un duelo del que no habrá más alusiones. Esta ausencia demanda ser llenada, y es en la madre, en lady Macbeth, donde surge la primera necesidad de hacerlo, el primer recurso para sustituir la pérdida del hijo: el poder. Tanto la maternidad como la ambición de poder son recursos narcisísticos, es decir, que complementan las carencias del Yo. El primero es obviamente un recurso femenino, y el segundo se atribuye más a lo masculino; sin embargo la riqueza de la obra nos permite ver que son intercambiables: la ambición comienza en ella, y la necesidad de continuidad biológica sigue en él.

Cuando Macbeth gana la batalla contra otro lord es coronado señor de Cawdor. Esto debería ser un éxito importante en una sociedad feudal en la que los méritos de guerra, el valor personal, la fuerza, son atributos esenciales del Ideal del Yo. Sin embargo no lo es. Las brujas le han prometido algo más: será rey. Podemos entender la promesa de las brujas, las hermanas siniestras, así las llaman en el filme, como la proyección de sus propios deseos. Si ahora eres señor, podrías luego ser señor de señores.

Lady Macbeth conjura los espíritus y les pide que la despojen de la feminidad y de la ternura para poder ejercer la crueldad. Ambos saben que el rey Duncan no merece morir, y que es necesario ser crueles para asesinarlo, saben que es solamente su ambición la razón para hacerlo. Las dudas se disipan y Macbeth procede a apuñalar al rey y amigo, las imágenes muestran que se apoderan de él la saña y el odio. Una y otra vez clava la daga. De inmediato, comienza a sentirse culpable. Quiere lavarse, lavar el arma. Sobre esto volveré más adelante.

La mañana siguiente descubren el cadáver, y poco después Macbeth es nombrado rey. Objetivo logrado. Sin embargo, la enfermedad del poder lo ha tomado y ser rey no es suficiente. Su linaje no puede perpetuarse porque no tiene hijos y esto lo lleva a la segunda predicción de las brujas: los hijos de Banquo, su amigo y compañero de guerra, heredarán la corona. La idea se le hace insoportable. No solo quiere ser rey en vida, que ya lo es, sino en su linaje, en la eternidad, para siempre. Sin hijos no es posible pero al menos puede eliminar a los de Banquo. En el filme solamente aparece uno, Fleance, apenas un niño. Banquo comprende que están en peligro y decide huir, da una excusa para no asistir a la celebración que se hará en honor de Macbeth y se va en compañía de Fleance. Macbeth decide cometer un segundo crimen y los manda a matar en su huida. El padre muere pero el niño se escapa. Lady Macbeth comienza a flaquear, para ella el objetivo era ser reina, la muerte de Banquo le parece innecesaria, pero no así a Macbeth.

Vuelve entonces a las brujas que le dan a beber una pócima y le prometen que ningún hombre nacido de mujer podrá hacerle daño. Esta promesa lo llena de una alegría que psicoanalíticamente llamaríamos maníaca, ahora se siente invencible. Ha triunfado sobre todos. Solo lo amenaza el hecho de que el niño de Banquo puede estar vivo. Pero nuevos fantasmas lo amenazan, otro señor, Macduff, podría ser un rival. Decide el tercer crimen. Manda a matar a la esposa y a los hijos de Macduff. Nadie podrá tener más poder que él. Nadie podrá estar por encima, nadie podrá hacerle daño. Los planes y acuerdos de la pareja se tambalean, él, al principio dudaba y sentía culpa por la muerte del rey Duncan; ahora vive en un estado de exaltación narcisista, y solo piensa en su poder absoluto. En cambio ella, al principio, muy resuelta y dispuesta a borrar las dudas de su marido, ahora se siente culpable. La muerte de la esposa de Macduff la sume en un estado melancólico, y poco después muere.

Comienza entonces la soledad de Macbeth. Ha perdido a su esposa, a sus amigos. Tiene el poder pero no sabe por cuánto tiempo. Todo pierde sentido. Es aquí donde escuchamos el célebre parlamento de Shakespeare: “la vida es una historia contada por un idiota, llena de sonido y furia, que no significa nada”. La soledad es reflejada en las imágenes que lo muestran perdido y abandonado en el castillo. Pero por poco tiempo. Macduff viene a vengarse y a matarlo, en medio de la pelea cuerpo a cuerpo que sostienen, y a consecuencia de la cual mueren ambos, le dice a Macbeth que hará un monumento con la leyenda “aquí yace el tirano”. Ese ha sido el fin de Macbeth, convertirse en tirano. Macbeth podría haber apuñalado a su enemigo y huido, pero no lo hace, permanece allí hasta morir con él.

El final de la obra muestra la imposibilidad de los deseos de eternidad, de poder sin fin. Los señores nombran a un nuevo rey, e inesperadamente aparece Fleance, que toma una espada y desaparece. Suponemos que es la espada de Macbeth, la espada del rey. El niño también aspira a ser rey alguna vez y se cumplirá la profecía de las brujas.

Dos comentarios finales. El deseo de poder se asemeja a una enfermedad incurable, una vez que el sujeto la padece no puede sanar. Necesita más poder, y cuanto más adquiera, más poder querrá. No quiero con esto decir que todo el que quiere obtener el poder la sufra, pero sin duda es una posibilidad para la que Shakespeare ofrece una solución: el reemplazo.

El otro comentario se refiere a la naturaleza de la patología de los personajes. Ambos sufrían la enfermedad del poder, pero no eran lo que actualmente denominamos psicópatas. ¿Por qué? Porque ambos sienten culpa por sus crímenes. Y ambos mueren a causa de esa culpa. Esto no los hace mejores, pero es importante resaltar que Shakespeare introduce un elemento moral en la tragedia. Los criminales son culpables y deben sufrir a consecuencia de esa conciencia de culpa. No todos los criminales experimentan ese castigo interior.

 

0Shares