Sociedad Psicoanalítica de Caracas

El Colegio, un espacio transicional

María Daniela Abreu

(Trabajo presentado en las Jornadas anuales de niños y adolescentes 2023: “Jugando sin fronteras, del consultorio y otros patios”)

Hoy lo que les vengo a proponer que pensemos, lo hago desde mi experiencia como madre y psicoanalista, gratamente acompañada de maravillosas colegas y amigas que he conocido en este viaje que es la maternidad.

Inicie muchas reflexiones y me surgieron muchas preguntas  después que mi primer hijo empezó el preescolar. La experiencia se volvió traumática para toda la familia y trataba de entender que pasaba, ¿porque las cosas no fluían? ¿Qué tiene que ver con mi hijo, con el preescolar, conmigo como mama? La ansiedad se intensifico cuando empezó la búsqueda de un colegio para primer grado porque, además, empieza una carrera desenfrenada y los niños son sometidos tanto como los padres a experiencias de máxima ansiedad por la búsqueda de un cupo. Es importante en esos momentos poder detenerse a pensar.

¿Que busco en un colegio?  ¿Todos  son iguales? ¿Cómo escoger el mejor para mi hijo?  En ese momento comprendí, que esta tarea era trascendental y que definitivamente no tenía que ver con que estuviera más cerca, donde encontrara cupo, el que fuera más famoso, que tuviera más estatus, donde nos hemos graduado los padres y van el resto de los primos y tampoco tenía que ver con un tema del nivel académico.

El mejor colegio es el que le permite al niño convertirse en su mejor versión, lo acepta tal como es, con sus fortalezas y sus debilidades. Y eso, es una tarea que no se le confía  a cualquiera.

Las experiencias en el colegio, tienen casi la misma importancia que el primer vínculo con la madre y pueden ser tan determinantes en el desarrollo de la vida emocional de un niño como esto. Lo que está en juego es el encuentro con el mundo fuera de casa, con los otros. El colegio es el lugar donde se actualizan y resignifican experiencias tempranas con múltiples objetos sustitutos. Debería ser idealmente un ambiente facilitador que permita la actualización del potencial de cada niño y el desarrollo del verdadero self en palabras de Winnicott.

Por ello debe ser suficientemente bueno, así como lo esperamos de la madre. No se trata entonces de un colegio perfecto, pero si con la capacidad de adaptación suficiente a las necesidades del niño y la capacidad humana y de conexión emocional para contener, dar sostén y presentar el mundo y el conocimiento de una forma que pueda ser creativa, significativa y gradual para ser digerida y no favorecer vivencias traumáticas. Que sepa administrar la frustración para que se movilice la ilusión necesaria para vivir y aprender.

Es imposible para mí pensar este tema y no confrontar con la paradoja que implica que un colegio se defina de “no integración”. Además de suponer un filtro discriminatorio y excluyente, representa una confesión ingenua quizás sobre la incapacidad de ofrecer el ambiente facilitador necesario para el desarrollo de cualquier niño, tenga un diagnóstico inicial o no, pues al no aceptar las diferencias individuales por definición atentan contra el desarrollo emocional sano.

Desde el Psicoanálisis, entendemos la integración como una tarea evolutiva a ser alcanzada, un logro del psiquismo que implica un funcionamiento saludable, maduro que fue facilitado principalmente por el buen vínculo con el otro/madre. La integración se consigue de forma gradual en la medida que predominan las experiencias buenas con el objeto y este se introyecta de forma total (con lo bueno y con lo malo) apaciguando las angustias primitivas, permitiendo la consolidación del yo y la relación con el otro, favoreciendo el predominio de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, el agradecimiento y la independencia. Esto es lo que está detrás de un colegio de “integración”

En cambio, la no integración convoca lo más primitivo y originario de la psique, el funcionamiento esquizoparanoide donde los objetos y el yo están divididos en bueno y malo, predomina la ansiedad de muerte, la persecución, el ataque y la retaliación porque el mundo es experimentado como hostil. ¿puede ser esto un buen resumen de cómo viven las diferencias individuales nuestros niños en estos colegios?  En otro nivel me pregunto ¿si hay niños que son discriminados, qué dice esto de la sociedad que estamos construyendo? ¿De nuestro sistema educativo actual?

Estoy convencida de que al colegio se va a jugar y aunque esto significa algo distinto en cada etapa del desarrollo, tiene en común el hecho de ser una actividad que genera placer, que involucra la imaginación y la creatividad y que le da a cada niño y adolescente la sensación de logro emocional que necesita para aproximarse al mundo externo. El juego permite además el manejo de la agresión de forma útil y el desarrollo de la confianza en los aspectos amorosos y reparadores como ser humano. Siendo así, ¿como es posible que tengamos niños que no quieran ir al colegio?

En las primeras etapas de preescolar y primaria, el jugar les permite aprender a manipular objetos, clasificar, discriminar, el juicio, la coordinación el inicio de la socialización y el respeto de las reglas. Pero después, incluso antes del bachillerato, los adolescentes también tienen que jugar, y no me refiero a los juegos reglados deportivos y las competencias, me refiero al juego que implica aprender a ser grandes, ensayar como amar, tomar posición ante las cuestiones del mundo, la pareja, el noviazgo, la sexualidad, el matrimonio, la amistad, la religión, la política y su futura vida profesional. Creo que esas experiencias son más importantes y definitorias que los conocimientos que se adquieren, las notas que se sacan, “ganar las competencias” o el cuadro de honor.

La pregunta que les hago es, ¿los colegios permiten ese juego?, ¿Hay espacio para que los niños y adolescentes creen y recreen el mundo? ¿Se les enseña a pensar o se les llena de contenidos de forma violenta sin espacio para su digestión? ¿En qué tipo de colegio tienen a sus hijos o les gustaría tenerlos?

A veces algunos colegios se me parecen mas a un lugar donde solo se imparten conocimientos y todos los niños deben asimilarlos al mismo tiempo y de la misma manera, un lugar donde se crean clones de modelos preestablecidos y las diferencias no son bienvenidas en ningún sentido, un lugar frio de competencia entre niños y entre padres que lucen a sus hijos, donde el único objetivo es ganar, donde los profesores hacen despliegue de un intenso sadismo y se gratifican narcisisticamente entre más alumnos raspados tienen o más miedo genera su materia, como si entre más exámenes y tareas ponen es mejor.

Y lo que más me alarma son los padres que terminan alineados con eso creyendo que esa es la mejor opción. Quizás padres que buscan también gratificaciones narcisistas en esta elección (estatus, reconocimiento, seguir legado familiar o pertenecer a determinado grupo) o que no entienden cuáles son las necesidades específicas de ese hijo, puede ser porque no han logrado conocerlo, conectarse con él o porque se les haga tan doloroso que necesiten negarlo. Cómo si fuera poco, para mayor complejidad, muchas veces es distinto lo que necesita un hijo y el hermano y los padres no entienden ¿como si los “criaron” igual necesitan cosas tan diferentes?

Los quieren fuertes, competentes, conocedores, inteligentes, pero no necesariamente valoran igual que sean sanos emocionalmente, que tengan amigos, que se sientan seguros y disfruten mayormente el proceso. Vemos niños agotados, ansiosos, ocupados sin tiempo para el ocio y el aburrimiento necesario, que terminan empobreciendo su mundo interno por solo responder a las demandas de su realidad. Sin tiempo para ser niños y jugar. Y la riqueza del mundo interno, el entusiasmo y el sentido de la vida no vienen del conocimiento adquirido sino de las experiencias buenas que ese niño pueda tener y el colegio es un espacio privilegiado para ello, si es el ambiente facilitador que se necesita, de ahí su importancia.

Si pensamos en la pandemia y las implicaciones que en la salud mental de nuestros niños y adolescentes tuvo la no presencialidad, esto queda perfectamente ilustrado. En ese periodo el conocimiento se siguió impartiendo, pero las experiencias relacionales estaban suspendidas y fue eso lo que resultó devastador. Nos encontramos post pandemia con niños y adolescentes deprimidos, inhibidos, con dificultades serias de adaptación y ansiedad social que en muchos casos limitaron incluso su capacidad de aprender, la cual está ligada más de lo que se cree a lo emocional.  He encontrado con preocupación que el impacto emocional en el aprendizaje es difícil de comprender incluso para algunos colegas que se limitan a hacer diagnósticos de check list, generando situaciones traumáticas para las familias.

Los colegios suficientemente buenos fueron los que supieron leer esta realidad y adaptaron sus horarios, contenidos y evaluaciones a estas necesidades durante y después de la pandemia, los que se permitieron seguir jugando con los niños de forma online dando prioridad a lo emocional sobre lo académico sin temor a “retrasarse” porque entendieron que eso era lo importante y se dedicaron a contener y sostener a los niños en estas vivencias.

Lo transicional tiene que ver con todo esto, con la posibilidad de brindar una zona intermedia de experiencia entre el mundo interno y externo que permita introducir a los niños y adolescentes a la realidad compartida de lo social y relacional, donde se pueda experimentar con las pulsiones del ello y madurar las destrezas del yo, donde la relación con el conocimiento al ser creativa no obture o funcione como fetiche sino que este al servicio de la plenitud y el sentimiento de estar vivo  en vez de la omnipotencia.

Es el lugar donde se juega entre las estructuras preestablecidas y lo creativo para imaginar lo imposible, soñar y sentir que se puede dominar el mundo en palabras de Sonia Abadi.

Un colegio suficientemente bueno,  facilita que emerja el verdadero self que es la versión autentica, única, integrada y original de cada niño y adolescentes. Esto se logrará a través del vínculo que se haga entre los padres, maestros, directores, personal administrativo, de limpieza y todos los que formen parte de esa comunidad educativa.

1.- Brindando contención y el sostén emocional que ordena y da confianza durante el proceso.

2.- Acompañando al niño en su aprendizaje sin invadir ni abandonar. “Aprender solo en presencia de alguien” como diría Winnicott.

3.Presentando el conocimiento, las experiencias y las exigencias a cada niño en función de sus diferencias y necesidades para generarles confianza sobre lo que pueden lograr en ese momento e ir fortaleciendo su yo para estar en el mundo.

2.- Buscando un equilibrio entre la ilusión y la realidad. La frustración no puede ser ilimitada. Ese equilibrio optimo entre  proteger al tiempo que se abren caminos.

5.- Permitiendo el juego por encima de lo repetido y rígido que obtura.

6.- Tratando al niño como una persona única y no como un objeto.

7.- Manejando los aspectos agresivos y destructivos al reforzar la capacidad de preocuparse por el otro y de reparar.

Si no se dan las condiciones suficientes para ser un ambiente facilitador el niño no puede confiar y eso inhibe el juego, las experiencias y el aprendizaje dejando una profunda marca en el psiquismo. ¿Qué pasa si todo es desilusión?,  ¿Cuáles son las consecuencias de un ambiente escolar donde se condena el gesto espontaneo, la capacidad para la inquietud y se maneja la imposición represiva?

Winnicott hablo de niveles de  disfuncion  producto de las fallas en el ambiente y la función materna/escolar. El autor describio al falso self  como una estructura defensiva producto de la ansiedad vivida por el niño frente a estas fallas. Es una forma de presentarse y hacer las cosas apegado a lo que se espera de el socialmente mientras se oculta al verdadero self que es el portador de lo auténtico y vital de cada niño.

La desconexión entre el self verdadero y el falso self varía en grados y disfuncionalidad dependiendo de las experiencias de cada individuo, desde la aceptación de reglas sociales para la convivencia sana hasta la anulación por completo de la esencia dándose un replegamiento psicotico. La persona no se muestra ni se siente real, pierde contacto con quien es, que quiere, hacia donde va  y se muestra complaciente. Lo que busca es sobrevivir y esto crea un profundo vacío, desesperanza, conformidad, sentimiento de irrealidad y sin sentido. Es una máscara con la que el sujeto se presenta al mundo.

Se puede confundir con el verdadero self y aceptarse como saludable mientras no da “trabajo al otro”, responde a las demandas ambientales e incluso llegue a ser exitoso, pero esconde el self verdadero y sus impulsos.  Es una estructura de personalidad frágil y en déficit  que en algún punto deja en evidencia la pobreza de su mundo interno, la incapacidad de conexión consigo mismo y la falta de espontaneidad y conexión real con el otro.

Es común encontrarlo en los niños y adolescentes que llegan al consultorio, así como   en las aula de los colegios. Desde los  niños brillantes académicamente que son reconocidos por sus “conocimientos” pero que tienen grandes problemas en el manejo de sus emociones incluyendo las destructivas pero logran  “esconderse” detrás de sus notas para  pasar desapercibidos, hasta niños que se mantienen silenciosos, se adaptan a las normas,  nunca dan problemas, pero internamente se sienten vacíos y no le encuentran sentido a sus vidas perdiendo el interés por los amigos y el aprendizaje incluso en edades muy tempranas.En lo particular,  siempre he preferido los niños ruidosos, que protestan, juegan y “dan problemas” al desplegar su mundo emocional.

Muchos aspectos de la clínica del aprendizaje actual pueden ser explicados por la interferencia que estas fallas generan en los afectos de nuestros niños y su capacidad de aprender, muchos de los fracasos escolares son consecuencia de un mal ajuste entre el colegio que escogemos y las necesidades de nuestros niños y  hay muchos de estos “problemas de aprendizaje y de atencion” que tienen que verse en la relación especifica de ese niño con ese determinado maestro, porque el  vínculo educativo implica también una transferencia y una contratransferencia. Por todos estos motivos creo que es mucho lo que los psicoanalistas podemos hacer en el colegio y aportar en este tema.

Los invito a reflexionar sobre el impacto que esto tiene en la vida de los niños, en cómo podemos posicionarnos frente a esto como padres y profesionales, que les podemos pedir a nuestros colegios y que cambios podemos promover para mejorar no solo la vida emocional de nuestros niños sino de la sociedad que queremos tener formando niños suficientemente buenos y sanos.

 

Bibliografía

Sonia Abadi (2014) Transiciones: El modelo terapéutico de Donald Winnicott.

Winnicott,(sin fecha) Notas sobre el juego. En Exploraciones Psicoanalitica I (1991), editorial Paidos, Buenos Aires.

Winnicott (1968) El jugar y la cultura. En Exploraciones Psicoanaliticas I (1991). Editorial Paidos. Buenos Aires.

Winnicott (1936) Higiene mental del preescolar. En el libro Acerca de los niños(1998) editorial Paidos, Buenos Aires

Winnicott (1993) La naturaleza humana. Editorial Paidos. Buenos Aires.

Maria Alejandra Garcia (2010). Falso Self. Revista de Psicoanalisis, psicoterapia y salud mental, vol 3, n7

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