Sociedad Psicoanalítica de Caracas

Comentarios Trabajo: Corrupción en América Latina (Marion Minerbo) (Brasil, 2017). Gabriela Reyes y Katharina Trebbau (Sociedad Psicoanalítica de Caracas. Abril, 2017)

Comentarios Trabajo: Corrupción en América Latina (Marion Minerbo) (Brasil, 2017)

Por: Gabriela Reyes y Katharina Trebbau (Sociedad Psicoanalítica de Caracas. Abril, 2017)

 

La autora hace una propuesta interesante y completa para comprender la corrupción como un proceso que se produce por el entrecruzamiento de tres espacios psíquicos distintos: Individual, intersubjetivo y cultural.

Respecto al espacio psíquico individual, nos cuestionábamos por qué la autora lo plantea sólo desde el funcionamiento paranoide.

Nosotras nos proponemos ampliar la visión del espacio individual, considerando la lectura de que la corrupción está vinculada a los aspectos arcaicos del individuo, entendidos como lo planteado por Green, que abarcan mucho más que los aspectos paranoides. En este sentido, creemos que la corrupción no es sólo inherente al funcionamiento psíquico paranoide, sino que también puede ser ejecutada por sujetos narcisistas, perversos e incluso bajo ciertas condiciones, en neuróticos. Green plantea  que “lo arcaico no solo es de siempre sino que es de donde quiera, enmascarado bajo las apariencias de normalidad” (Green, 1982).  Es por esto que pensamos que todos somos vulnerables en lo individual, aunque ciertamente en diversos grados, de caer en  actos de corrupción, en la activación del conflicto obediencia/orgullo de la analidad primaria, que remite a nuestros registros más primarios de envidia, omnipotencia, control, triunfo, desprecio, venganza cuando se vive el poder como la superioridad de un otro que evoca el conflicto infantil.  No entendiendo por esto, la naturalización ni la justificación del acto corrupto en el individuo.

Nos preguntamos también, si la búsqueda de poder es propia de los sujetos paranoides, o más bien de otras estructuras, como estructuras de funcionamiento narcisista, propias de contextos de grandes déficits, donde es fácil que se confunda la vivencia deficitaria interna, de la realidad externa, y el deseo de acceder al poder con la convicción (confusión) de que ellos son merecedores de esos privilegios, pues otros antes ya los han despojado de ellos. Se confunde poder (limitado, circunstancial) con omnipotencia. También el narcisista presenta un funcionamiento psíquico binario, como lo plantea la autora sobre el sujeto paranoide. Acotamos aquí un posible sesgo basado en la experiencia con nuestras figuras de poder y corrupción de la historia reciente de Venezuela.

Por otro lado, en cuanto al plano intersubjetivo, la autora plantea que el grupo enloquece y sostiene al corrupto en ese lugar de poder, desde una posición infantilizada de sumisión absoluta. En este aspecto pensamos que efectivamente, existe este grupo cuyo deseo compartido es encontrar el padre todopoderoso que cuidará de ellos y sus intereses, y que dan acceso o permiso a la corrupción como medio para alcanzar el cumplimiento del deseo. Nos gustaría también resaltar que el acto de corrupción no se da solo en un individuo líder del grupo, sino que se estructuran grupos de poder y corrupción, cuyo deseo compartido, o como lo plantea Anzieu, la envoltura del grupo, es el acceso a esa dimensión privilegiada para el ejercicio de las perversiones.  Los individuos perversos se imponen fácilmente como líderes de grupo y éste empieza a funcionar como un grupo delictivo: en lugar de encontrar en la asociación de los miembros del grupo su realización imaginaria, la fascinación del deseo prohibido provoca el pasaje fácilmente al acto en el que la fantasía, portadora del deseo inconsciente, en este caso de acceder al poder absoluto del Estado y un retorno a estados arcaicos (de la omnipotencia simbiótica, del yo-placer purificado, obtener los tesoros inacabables de la madre…), encuentra un modo de realización concreto: enriquecerse ilimitadamente de los recursos de la “madre” patria.

 

No podemos estar más de acuerdo con el planteamiento de Marion en relación a su entendimiento del tercer espacio psíquico, el institucional o transubjetivo, especialmente en aquella frase que señala que la corrupción se vuelve ella misma una institución y como consecuencia la represión se torna innecesaria con esta banalización de la institución.  Es por eso que creemos que la vía de solución al problema de la corrupción, pasa en principio por lo individual, y que no se debe quedar en lo transferencial, pues esto dejaría al sujeto, y a la sociedad,  en lo regresivo infantil, a merced de otro no real, idealizado o denigrado y receptorio de nuestras proyecciones. Consideramos, que así como el fin de análisis contempla la resolución de la transferencia, las sociedades necesitan que los individuos sean capaces de ver al otro como sujeto real, con un poder circunstancial, falible y humano, sin confundirnos con esas figuras omnipotentes propias de lo infantil.

 

La reacción terapéutica negativa planteada por la autora nos parece interesante y nos lleva a preguntarnos si también ésta se da porque implica la imposibilidad de los individuos (sociedad civil) de tolerar la pérdida de su cuota de corrupción personal, renunciar a sus beneficios-privilegios que otorga la desviación del sistema corrupto en el plano individual, renunciar a la viveza  criolla, aquella psicopatía normalizada en el colectivo.  Cuando no se asume la responsabilidad psíquica social que tenemos como individuos, somos propensos a minimizar el impacto de nuestras acciones en el plano social, y por tanto lo justificamos, haciendo uso de la desmentida, con un “no hacemos daño a nadie”; o hacemos una desestimación de esto, justificándolo desde el lugar de victimas impotentes con un “no me queda otra opción”. En esta distorsión el otro queda borrado en su humanidad, se pierde la alteridad y se genera una confusión de lo interno-externo, lo que es mío del otro, se distorsionan los límites entre lo público y lo privado.

 

Ahora bien, si todos somos vulnerables de caer en actos de corrupción, y vivimos inmersos en una cultura que la institucionaliza, ¿cómo podemos protegernos? ¿Cuál es la vía de rescate del pacto social? Creemos que el fortalecimiento  de las partes más adultas del yo del individuo, el desarrollo de su capacidad de simbolización y sublimación, y la aceptación de la responsabilidad psíquica puede llevarnos a ser ciudadanos capaces de construir una sociedad menos vulnerable a estas desviaciones y a la sumisión frente a líderes que fácilmente nos retornen a lo infantil y arcaico.

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