Sociedad Psicoanalítica de Caracas

”SAUDADE”. Carmen Elena Dos Reis M

”SAUDADE”1  

Carmen Elena Dos Reis M2 

Resumen__________________________________________________________________ 

En el trabajo se expone los efectos que se pueden producir en el hijo de inmigrante, la decisión de emigrar de acuerdo a la historia migratoria de los padres. Los efectos de la migración por trauma social severo sufrido por los padres pudiese producir en los hijos identificaciones alienantes por apropiación e intrusión de aspectos no resueltos en los padres y son asumidas por los hijos, aún sin saberlo, ésto basado en la teoría de telescopaje de las generaciones de Faimberg.  La migración puede ser vivida por algunos hijos de inmigrantes como sinónimo de “muerte” o despedidas perpetuas, pudiendo apegarse al país de origen y no migrar, cuando puede ser prudente hacerlo o por el contrario ver en la salida la solución a todos sus problemas. 

Abstract__________________________________________________________________    

The work exposes the effects that can occur in the immigrant child, the decision to emigrate according to the migratory history of the parents. The effects of migration due to severe social trauma suffered by the parents could produce in the children alienating identifications by appropriation and intrusion of unresolved aspects in the parents and are assumed by the children, even without knowing it, this based on the telescoping theory of the generations of Faimberg. Migration can be experienced by some children of immigrants as synonymous with “death” or perpetual dismissal, being able to stick to the country of origin and not migrate, when it may be prudent to do so or on the contrary, see in the exit is the solution to all their problems 

 

Cuando Doris Berlín planteó dentro del Comité Ejecutivo hacer las jornadas de migración, estuve de acuerdo de inmediato, por la lamentable actualidad del tema en nuestra amada Venezuela,  pero,  simultáneamente recordé a una amiga que me explicaba como dejaba de ir a ciertos eventos científicos, porque los temas la movían emocionalmente y la saturación que vivía en el país la llevaba a  evitarlos.  A mí, en ese momento me pasaba lo contrario,  necesitaba pensar e intentar comprender  y agradezco abrir un espacio para ello. Eran dos reacciones, dos formas, de afrontar una misma realidad.  Mi amiga terminó emigrando. Yo aún aquí, pero con la fantasía, creo que inevitable, de si en algún momento  también debo hacerlo. 

Así quiero empezar, diciendo que cada proceso migratorio es particular y sería ideal que obedeciera al deseo de quien parte de su país y  no, a  las circunstancias del contexto sociopolítico, que en el caso de la Venezuela actual  tienen un peso muy importante, pues la alta tasa de emigraciones versus la baja en las inmigraciones, hablan de ello.  

Venezuela, que tantas bienvenidas dio, ahora, despide, a diario a ciudadanos valiosos: jóvenes comprometidos, intelectuales de distintas áreas, comerciantes, empresarios, en fin,  un sector importante productivo del país,  que buscan un mejor futuro o por lo menos un poco de tranquilidad y seguridad para sus familias ante  la alta tasa de homicidios, catástrofe a la que se unen, ahora, el desabastecimiento en rubros básicos de alimentación y medicinas indispensables para quienes padecen enfermedades crónicas.  

“Saudade”, es un término del idioma portugués, que no tiene traducción exacta al castellano, remite a la nostalgia, anhelo, añoranza,  el extrañar a alguien o un lugar querido que se nos vuelve intangible. Esta palabra que condensa tantos significados y en mi caso personal, remite a mi ascendencia, me pareció un término que por su complejidad podía dar cuenta de lo que significa para una persona tomar la decisión de emigrar, dejando atrás su hogar, su familia, sus amigos y su madre patria.  

Así pues, se me ocurrió dedicar estas líneas a la experiencia particular que vivimos los hijos de inmigrantes, el peso que tiene la historia migratoria de nuestros ascendientes en la profundidad de nuestra psique. Al pensarlo recordaba la teoría de telescopaje de las generaciones formulada por Haydee Faimberg (2006)  que refiere a procesos de identificaciones  alienantes  que se transmiten generacionalmente por  los mecanismos de apropiación  e   intrusión de aspectos no resueltos en los padres  por traumas severos vividos, de los cuales no se hablan o únicamente se mencionan   y que  por vía de identificación narcisista, los hijos lo  asumen como propios, sin saberlo.  Esta situación, afecta según la autora hasta la tercera generación. 

En este sentido, tenemos a los  hijos de quienes emigran de su país de origen por circunstancias de catástrofes sociales graves: guerras,  persecuciones políticas, destierro, sobrevivientes de tragedias tan sangrientas e injustas como el holocausto, pueden,  a mi entender,  además, de mostrar rasgos del trauma y el horror vivido por los padres,  detectar de manera muy temprana cualquier signo que muestre la posibilidad de volver a vivir una situación en donde las libertades sean vulneradas. A veces, hay menos probabilidades para una incauta ingenuidad.  Sin embargo,  cuando la consolidación del mundo interno tiene dificultades en la integración de sus objetos, mecanismos defensivos primitivos, problemas de difusión de identidad pudiesen tener, también, reacciones cargadas de ansiedad persecutoria o ansiedades de desintegración que los pudiesen llevar a tomar decisiones apresuradas, llevados por un deseo de “fuga rápida”  de su país,  con una fluida argumentación que puede ser difícil de analizar en detalle si el analista entra en una simetría con el discurso del paciente. Peligro bastante alto, porque además de psicoanalistas, somos también ciudadanos afectados por la rabia, impotencia, tristeza que puede generar en nosotros la situación actual. De igual manera, la negación de ciertas situaciones pudiesen exponerlos (a los hijos de inmigrantes) a no tomar medidas para  una emigración que pudiese ser oportuna y favorable. 

Un analista argentino, el  Dr. Fernando Weissmann (2007) en un artículo publicado en la revista de la Asociación Psicoanalítica Argentina, narra su historia junto a su hermano, también analista, Juan Carlos Weissmann, como hijos de la llamada segunda generación de sobrevivientes del holocausto y expone que en parte el silencio de quienes pudieron salir del horror vivido, tiene que ver con el que el recordar significa reactivar núcleos traumáticos disociados que tienen enormes cargas de angustia y de terror, evitar transformarse en torturadores de sus familiares con su discurso, la culpa inconsciente de haber sobrevivido y  la vergüenza por todo lo que pasaron.    

Por otra parte, en circunstancias menos trágicas, estamos  los hijos de quienes emigraron por buscar mejores condiciones de vida pero que  pasaron por carencias económicas y afectivas, a veces  graves, que  relatan o no a sus hijos.  Padres que al venirse a Venezuela, no volvieron a ver a familiares del país de origen pues cuando pudieron volver muchos de ellos ya estaban muertos. A mi parecer, en la fantasía,  algunos de estos hijos, pueden asociar la migración, con despedidas perpetuas sin posibilidad del reencuentro, en una palabra con la muerte. “Migrar” en una especie de ecuación simbólica y “muerte”, hacen una sinonimia en lo profundo del inconsciente, entonces migrar  es ver morir lo querido y a veces se aferran a lo familiar, como una forma de intentar evitar enfrentar la separación, la despedida, la pérdida de quienes aman. A algunos de ellos les cuesta mucho decidir migrar, aunque, por otra parte lo  deseen y vean buenas posibilidades para su vida si lo realizan. También se pueden activar en otros, mecanismos de negación y maníacos viendo en el irse la solución a todos sus problemas.   A veces,  luego, retornan al país, en condiciones económicas más complicadas, después de haber vendido sus bienes y sin posibilidad de reponerlos. 

La idealización o denigración del país de origen por parte de sus padres, así como la experiencia real de éstos de haber sido tratados con bondad o no a su llegada,  puede tener una influencia en el discurso transmitidos a los hijos  afectando  la toma de decisiones transcendentales, como elegir una profesión u oficio para poder sustentarse, sitio donde residenciarse, matrimonio, entre otras.  

En el caso de la idealización del país de origen, vamos a encontrarnos familias en las cuales se promueve el matrimonio de los hijos con personas con la misma nacionalidad  y religión de los padres, así como también el dedicarse a ciertas actividades que sean valorizadas por el grupo familiar.  

El caso contrario, el denigrar el país de origen   y negar   las pérdidas sufridas, vemos padres que no hablan con sus hijos de sus costumbres,  y como  dirían  Carlisky y Kijak (1993),  se crean seudoidentidades nacionales nuevas, estos “inmigrantes mimetizados”, a veces moldean a sus hijos de acuerdo  con esta imagen idealizada del nativo de su país destino que adquiere matiz persecutorio y  los hijos, terminan actuando en forma agresiva con sus padres inmigrantes.  Los padres,  ven en sus hijos los nativos idealizados y temidos, perpetuándose  así, el conflicto original. 

En los casos  más afortunados, si los padres han podido realizar una mejor integración de  sus pérdidas y las nuevas costumbres del  país de llegada, tendremos aquellas familias en las cuales la nacionalidad de los nuevos integrantes por matrimonio de sus hijos no se convierte en impedimento para vincularse y en sus fiestas pueden verse desde sus comidas hasta en su música  el respeto a las tradiciones de ambos lugares.  

Así mismo, la nacionalidad de los padres, forma parte de la identidad de los hijos, apelativos  como: el “che”, ”portu”,  “gallego” , “colombiano”, entre otros, aunque, puedan ser expresados en un tono amistoso y cariñoso, también tiene el mensaje, muchas veces para quienes lo emiten o reciben, inconsciente, de recordar que nuestros orígenes son distintos a los venezolanos de “pura cepa”, como si el destino de quienes migran, de ser extranjeros en su país de llegada y luego en su país de origen se “heredara” culturalmente a sus hijos. 

Hay, sin embargo, una “saudade”  que muchos compartimos seamos hijos de inmigrantes o no, que es esa nostalgia y anhelo por el  país  que sentimos que vamos perdiendo, con un hampa que actúa en una total impunidad que  hace que tengamos más homicidios que en algunas guerras declaradas del mundo.   

Los cambios, en la identidad, como alertaba Luis Horsntein (2003),  dentro de las catástrofes sociales, hacen que podamos plantearnos a muchos venezolanos, que habiendo sido víctimas ellos o sus familiares de torturas, abusos, violencia   puedan incurrir en actos para pretender hacer “justicia”, convirtiéndose también en potenciales victimarios, en ese círculo interminable de violencia en escalada que tanto nos aterra. 

La Venezuela multicolor, llena de distintas religiones, razas, nacionalidades y pensamientos políticos diversos parece  verse ahogada para un grupo de la población por   una crisis crónica que limita a sus habitantes en su poder adquisitivo, calidad de vida y limitaciones en el esparcimiento. Sienten que la adolescencia y juventud se ven sin posibilidades de planificar un futuro; los padres emocionalmente  agobiados por el deseo de fomentar independencia en sus hijos, pero con un terror de perderlos que grita más fuerte. Para otro grupo, la visión del país, la situación actual, sus causas y potenciales consecuencias es percibida de una manera diametralmente distinta. La escisión que sufrimos como nación en nuestras formas de percibir y entender la realidad, nos hace sentir a un grupo y al otro que vivimos en países distintos, resultándonos lejana y a veces extraña la forma en cómo cada mitad comprende la situación.  

Hoy, yo,  me atrevo a decir, en mi visión del país, que siento, una profunda “saudade”  de nuestra amada Venezuela…  

 

Referencias bibliográficas 

Carlisky, N. y Kijak, M. (1993). El efecto de la migración sobre la mente del analista. Revista de psicoanálisis, 50 (45), 826-837. 

Faimberg, H. (2006). El telescopaje de generaciones: A la escucha de los lazos narcisistas entre generaciones.  Buenos Aires, Argentina: Amorrortur. 

Hornstein, L. (2003). Conceptualización de catástrofe social: Límites y encrucijadas. En D. Waisbrot et al (Comp). Clínica psicoanalítica ante las catástrofes sociales: la experiencia argentina. Buenos Aires, Argentina: Paidós. 

Weissman, F. (2007). Mi historia y el tercer Reich: algunas consecuencias que sobre mi vida tuvo la emigración forzada de mis padres por la persecución nazi y el tercer Reich. Revista de psicoanálisis, 63 (3), 595-608. 

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