Sociedad Psicoanalítica de Caracas

 Sobre La Corrupción del Poder en Tiempos de un País Fragmentado. Katherina Trebbau

Katharina Trebbau.  Analista en Formación.  Instituto de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas.

 Sobre La Corrupción del Poder en Tiempos de un País Fragmentado

 

Toda sociedad está compuesta por un grupo de individuos que en mayor o menor medida pueden compartir la ilusión de ser parte de algo más grande, de un país, de compartir una cultura, valores, y los referentes identificatorios a los que recurrimos cuando nos definimos como connacionales, hijos de una madre patria llamada Venezuela. Actualmente nuestro país es comúnmente descrito como un país polarizado, dividido en dos, pero en mi opinión se trata un país fragmentado. Hemos contactado con la desilusión de que lo anterior, la utopía de la “Venezuela generosa, rica que recibía y adoptaba hijos inmigrantes sin discriminar…”, era un espejismo, un mito, una simple ilusión de nuestro imaginario colectivo reciente.

Los venezolanos hemos sufrido como cuerpo social fenómenos propios de un trauma social en muchos ámbitos, me ocuparé en el actual trabajo de lo imaginario, donde el trauma implica haber perdido esos referentes que nos daban una imagen de supuesta “unidad diversa” y nos regocijábamos en ella como el bebé que se ve en el espejo reflejado en una totalidad unitaria, sin percatarnos de que veíamos sólo una parcialidad de la compleja realidad. Actualmente, presentamos síntomas de despersonalización, extrañamiento ante las imágenes que vemos en el espejo que reflejan los diarios, las noticias o las propias experiencias de esa cruda realidad que nos golpea en nuestra cotidianidad, donde nos horrorizamos muchas veces de ese ambiente tan violento y perverso que, sin embargo, no podemos negar, no podemos seguir atribuyendo únicamente al otro, encarnado en el enemigo.

Es necesario que todos tomemos conciencia de ser parte de ese cuerpo social enfermo, con ansiedades de fragmentación, y que esos aspectos más oscuros, que rechazamos, de los cuales queremos deslastrarnos, también forman parte de nuestra realidad social compartida.

Desde el psicoanálisis conocemos que todos tenemos un mundo fantasmático, inconsciente y que las situaciones sociales o propias de grupo se viven a nivel de estas representaciones imaginarias más arcaicas (Anzieu, 1993). Lo arcaíco es maniqueo, y su presión, al igual que la pulsión, es constante en la psique humana, como nos explica Green (1982): “el yo placer (purificado) separa entre lo bueno, lo incorporable, lo idéntico al yo, y lo malo, lo excorporable, ajeno al yo… Al agregarle el vínculo con el objeto, comprendemos que el funcionamiento del yo placer purificado, está subtendido por la relación obediencia-orgullo… En la última etapa del yo-realidad definitivo, se transfiere la relación de obediencia del objeto a la realidad y el orgullo nace del logro de la represión…o también en casos extremos de la negación del objeto…”. Green concluye: “la desestimación de la castración es pecado de orgullo del yo, insumisión al superyó. Y por otro lado: la angustia de castración es obediencia al superyó y subyugación del yo… La clínica moderna nos muestra el funcionamiento del yo arcaico, donde el paciente confunde lo que viene de él y lo que viene del objeto, y lucha constantemente para exorcizar el mal que lo asedia…

            El conflicto de obediencia-orgullo al desplegarse en el plano cultural nos lleva a un reto: ¿Cómo alcanzar relaciones equitativas con los semejantes, fundadas en el reconocimiento de los propios derechos, y una apreciación de sí mismo que ya no vea en la superioridad de otro una evocación del conflicto infantil?”

La alienación como respuesta a las ansiedades individuales de fragmentación que produce el grupo país, se corresponde con la reacción de huida, que puede ser entendida como una respuesta al espanto ante dichas ansiedades de fragmentación de no reconocernos en ese espejo, porque lo malo queda escindido y expulsado en el otro. A la vez que funciona como mecanismo que permite evitar pensar en el poder de muerte que circula entre los habitantes de sistemas sociales de poder autoritario y perversos, donde cada ciudadano es un potencial perseguido-perseguidor (Auglanier, 1973). Estas dinámicas de poder se pueden entender también como la repetición de lo arcaico, conflicto de sumisión/obediencia-orgullo/humillación que explica Green. Pero todos de alguna manera, participamos desde nuestro imaginario de la producción de esta imagen social fragmentada, enferma, a pesar de que ésta sea una amenaza primaria para cada individuo que forma parte de la sociedad venezolana actual.

Anzieu (1993) nos explica precisamente que el grupo despierta la imagen de fragmentación, indefinida de la propia persona y ante todo su cuerpo. No se sabe quiénes son ellos, ni quién soy yo, no nos podemos reconocer como miembros de este cuerpo social enfermo. ¿Cómo trabajar la responsabilidad psíquica en esta tragedia social cuando nos ubicamos sólo en posición de víctimas?

Uno de los elementos actuales de la sociedad venezolana ante el cual nos horrorizamos como grupo, que ha tomado dimensiones de espectáculo, es la corrupción. Los individuos en nuestra vida privada queremos deslastrarnos de este mal, entendiéndolo muchas veces como perteneciente sólo al grupo que ejerce el poder. Es en efecto, una consecuencia del poder absoluto, debido a la destrucción y perversión de las instituciones que deberían garantizar el derecho y la justicia, elementos básicos para la vida civilizada. Pero en la perversión de las instituciones, el sistema actual nos ha llevado a todos los ciudadanos a un funcionamiento regresivo, a formas primitivas de organización, donde de alguna manera participamos todos forzadamente de los manejos fuera del marco de la legalidad. Pensemos solamente en el fenómeno del “bachaqueo (mercado negro) de productos regulados”, o el mercado paralelo de divisas, por no recordar cadivi, etc… Esto pienso que nos hace movernos psicológicamente en términos de perseguido/perseguidor, donde cada persona puede ser un corrupto o una víctima en potencia, el que roba o el que es robado, vaciado. Lo cual necesariamente tiene eco en nuestros registros más primarios, de núcleos arcaicos, envidiosos, destructivos. En palabras de Klein, sería la reactivación del fantasma de una madre vivida cómo objeto malo, que priva al bebé de manera sádica y contra quien se tienen deseos y fantasías de vaciamiento, venganza y destrucción. Winnicot lo entendería como el uso del poder para repetir las carencias del ambiente y así afirmar los derechos que su posición de víctima le confiere. Para Green esto le procuraría al sujeto extraer una orgullosa venganza y triunfo sobre el objeto que lo sometió en su pasado arcaico. El consenso es que todo obedece a la dinámica de lo arcaico, que es reactivado en estos sistemas de poder abusivo, en los regímenes “fuertes”.

La salida de esta posición envidiosa, esquizoparanoide, arcaica, donde un Otro todo-poderoso nos priva de lo que “merecemos” implica un desarrollo doloroso hacia la madurez, muchas veces imposible en contextos de grandes déficits, donde no resulta posible distinguir esa vivencia interna de la dura realidad del afuera, la fantasía interna se acrecienta cómo certeza. Bajo este círculo vicioso se mantiene la corrupción, las personas que acceden al poder con esta convicción (y confusión), se sienten merecedores de esos privilegios, pues otros antes ya los han despojado de ellos. Se confunde poder (limitado, falible) y omnipotencia (fuerza absoluta, sobrehumana) conflicto propio de la analidad primaria. Se usa y abusa fácilmente del mecanismo de la desmentida, muchas veces utilizada bajo la forma  del ideal cultural que conocemos de la mal llamada “viveza criolla”. Se ejerce de esta manera la orgullosa venganza en términos del conflicto obediencia/insumisión y orgullo de la analidad primaria de Green.

Este mecanismo de desmentida borra al otro en su humanidad, se desestima la propia responsabilidad, se pierde la alteridad y se genera una confusión de lo que es interno-externo, lo mío del otro, se distorsionan los límites entre lo público y lo privado. Al ser una perversión compartida por el grupo en el poder, se crea una ilusión de omnipotencia, la impunidad de la que se goza en el poder refuerza el círculo perverso.  Siguiendo la tesis de Anzieu (1993), de que el grupo puede funcionar como realización imaginaria de deseos y de amenazas, al igual que el sueño,  se entiende entonces que en efecto, el grupo que accede al poder, puede escapar a la censura del yo y del superyó, de las defensas, ya que el grupo constituye una dimensión privilegiada para el ejercicio de las perversiones.

Los individuos perversos se imponen fácilmente como líderes de grupo y éste empieza a funcionar como un grupo delictivo: en lugar de encontrar en la asociación de los miembros del grupo su realización imaginaria, la fascinación del deseo prohibido provoca el pasaje fácilmente al acto en el que la fantasía, portadora del deseo inconsciente, en este caso de acceder al poder absoluto del Estado y un retorno a estados arcaicos (de la omnipotencia simbiótica, del yo-placer purificado, obtener los tesoros inacabables de la madre…), encuentra un modo de realización concreto: enriquecerse ilimitadamente de los recursos de la “madre” patria.

El grupo, nos explica Anzieu (1993), puede fácilmente debilitar las defensas, la inscripción de la ley en cada individuo que forma parte del grupo, y se refuerzan los deseos entre los miembros, privilegiando el principio de placer en contra del principio de realidad, la cual queda desmentida, desestimada. Creo que en el caso de nuestro país, el deseo infantil reprimido que se lleva al acto por parte del grupo empoderado, tiene que ver no sólo entonces con poseer a la madre sino con las fantasías propias de lo arcaico, descritas por distintos autores como Melanie Klein, de poseer las riquezas de la madre omnipotente, propia de las fases primordiales del desarrollo o en palabras de Green, lograr la potencia absoluta, como se vivenciaba en la analidad primaria. Aceptar esta realidad dolorosa, esta vulnerabilidad y responsabilidad compartida, nos desnudaría en una fragilidad común: el desamparo que implica el fin de la omnipotencia simbiótica, así como la capacidad de diferenciar poder de omnipotencia, conflicto de la analidad primaria (lo arcaico y su defensa). Cada individuo como responsable de su propio destino…

No pretendo desculpabilizar al delincuente que se aprovecha de su posición de poder y de los fenómenos grupales, sino que invito a la reflexión de que cada ser humano es susceptible de estas desviaciones que muestran la permanente presión de nuestros núcleos arcaicos que sostienen estas realidades (no solo en nuestro país), por lo cual debemos dirigir los esfuerzos a recuperar las instituciones, la civilización, volver a ser ciudadanos de un país donde no seamos verdugos unos de otros, sino donde podamos reconstruir los lazos sociales de la legalidad compartida, que nos garantice unos mínimos niveles de seguridad, y así volvamos a reconstruir un imaginario y un ideal común, quizás esta vez más cercano a nuestra realidad humana. Sin caer en la repetición de buscar otro ideal mítico, ingenuo que ignora las pulsiones y deseos de la fantasmática humana que circula entre los miembros de todo grupo humano. Como psicoanalistas tenemos mucho que aportar en este sentido, pienso que el concepto de responsabilidad psíquica, que es un aspecto importante de todo análisis individual, puede elaborarse y trabajarse a nivel de la sociedad, en forma de procesamiento acontecimientos sociales como los que sufrimos en la actualidad y de los que es más tentador alienarnos, y proyectar en el otro, sin reconocer lo que nos pertenece, lo que refuerza la dinámica de nuestro grupo social. Finalmente me gustaría cerrar recordando las palabras de Green: “lo arcaico no sólo es de siempre, sino que es de dondequiera, enmascarado bajo las apariencias de normalidad…”

 

 

Bibliografía

Anzieu, D. (1993). El Grupo y El Inconsciente. Biblioteca Nueva. Madrid. España.

Auglanier,P. (1979). Los Destinos del Placer. Alienación-Amor-Pasión. Paidós, Buenos Aires, 1994.

Green, A. (1982). El Après Coup, Lo Arcaico. En: La Nueva Clínica Psicoanalítica y la Teoría de Freud. Aspectos fundamentales de la Locura Privada. Amorrortu. Buenos Aires, 1993.

Lloret, A. (2002). Destinos del Trauma Social. La Formación de Ideales. La Patología Mental. Trabajo presentado en XXIV Congreso Latinoamericaano de Psicoanálisis, Permanencias y Cambios en la Experiencia Psicoanalítica. Montevideo, Uruguay. Septiembre 2002.

 

0Shares